Agua
Si hay algo que siempre va a favor de la clase política es el tiempo. La vorágine que caracteriza la vida pública y las urgencias que van aconteciendo, sepultan debates de calado que surgen en algún momento y que pretenden cambios profundos en el desarrollo de nuestras sociedades.
Cuando la clase política no quiere abordar algo se pone de perfil. Deja pasar el tiempo a sabiendas de que el ciudadano, distraído en otros temas, a modo de cortina de humo, olvidará la cuestión.
Hablo del Agua (con mayúsculas) en la margen derecha del padre Ebro, al que se nos llama a defender a todos los aragoneses frente a afrentas trasvasistas y que debiera enriquecer todas las tierras por las que discurre. El asunto del desarrollo de riegos en la margen derecha del Ebro es algo que se inicia a tiempos de Francisco de los Ríos Romero (1913-1995), quien entre otras obras hizo el desarrollo de los regadíos de Valmuel. En su artículo “Aspectos humanos de los nuevos regadíos de Aragón” nos dice que: “(...) pero las obras, con ser muy importantes, no son sólo unas masas frías de hormigón, unas edificaciones inertes de ladrillo, unas extensas superficies sin vida; dentro de ellas hay pasiones, ilusiones, sentimientos humanos contenidos, no conocidos, difíciles de fotografiar y de recoger en las crónicas. (...) la finalidad de la puesta en riego es la perfecta ordenación productiva de una comarca en su doble aspecto humano y económico.”
Habría sido una oportunidad histórica para los habitantes y el progreso de las comarcas del norte de Teruel y sur de Zaragoza, lo que conocemos en Aragón como la Tierra Baja. Desgraciadamente ha sido olvidado con el paso del tiempo por ciudadanos y por partidos políticos que incluso lo han llevado en sus programas electorales o lo han defendido en sede parlamentaria.
Un sector agroalimentario modernizado es uno de los pilares básicos sobre los que cimentar el futuro de nuestro territorio, permite fijar población y generar el caldo de cultivo para atraer nuevos pobladores. Por mucho que la sociedad haya cambiado, por más tecnológica que se haya vuelto, si hay algo que no ha cambiado es la necesidad de alimentarse. Es necesario tener un sector agroalimentario, entendido no sólo como el desarrollo de explotaciones agrícolas y ganaderas sino como el todo que va desde la investigación en la mejora de la producción hasta la transformación de los productos, potente, capaz de proveer alimentos; y que evolucione de la misma manera que hace el resto de la sociedad.
De secarrales y promesas incumplidas
Cuando vamos de camino a Zaragoza desde Alcañiz, poco después de pasar la Estanca y hasta llegar al Arroyo Lopín atravesamos un territorio plagado de tonalidades pardas, tierra de secano que franquea al río Ebro y del que desgraciadamente no puede aprovecharse para enriquecerse.
Ya en 1985 el diputado del Partido Aragonés Juan A. Bolea Foradada, defendía en las Cortes aragonesas que: “El presente y el futuro de Aragón está entrañablemente ligado al agua, al agua de sus ríos y al agua del río Ebro. (...) Aragón, a principios de siglo, en su margen derecha y en su margen izquierda era prácticamente un desierto (...) la margen derecha del Ebro está en un momento histórico en el que si Aragón no lucha con fuerza está condenada a ser, para toda la eternidad, un desierto.”
Durante el debate se dijeron cosas que más de tres décadas después seguimos defendiendo: “(...) en tanto que en Aragón las aguas de sus ríos las vean pasar sus agricultores sin utilización de las mismas, no creo que los desequilibrios interterritoriales que se dan en nuestra Comunidad Autónoma desaparezcan. Iremos a potenciar y a incrementar todavía más los desequilibrios que se dan entre la España de la costa y la España del interior.”
Si bien es cierto que todos los responsables políticos aragoneses estaban de acuerdo en la necesidad de poner en marcha los regadíos en la margen derecha, no fueron capaces de ponerse de acuerdo en el cómo. Frente al beneficio social que suponía la iniciativa, basta con ver cómo se han desarrollado las comarcas aragonesas de la margen izquierda, acabó por imponerse en el debate el tema del costo por regante de la infraestructura.
Si esta infraestructura se hubiera puesto en marcha, con el consiguiente desarrollo agroalimentario e industrial, la situación en la que se encuentran nuestras comarcas turolenses actualmente sería muy distinta; nos enfrentamos al cierre de la central térmica Teruel, en Andorra, lo que significa que uno de los principales tractores de la economía de éstas ha desaparecido y no tenemos ningún sector fuerte que tire de la economía y permita evitar la sangría demográfica.
Tras aquel intento inicial de traer el Ebro hacia el Bajo Aragón, varios han sido los políticos, el último Lambán en 2014 reclamando en Samper de Calanda la elevación del Ebro y sus riegos, los que han prometido planes para atraer nuevos regadíos a nuestro territorio. Todas estas promesas, como tantas otras en la provincia de Teruel, cayeron en el olvido y como decía al principio, pasado el tiempo, ni siquiera aquellos a los que se hicieron las promesas se acuerdan de ellas.
Apostar por el futuro aún es posible
Hace unas semanas, asistí en Calanda a una charla sobre obras hidráulicas en Calanda a lo largo de la historia. Vivimos en una zona que ha estado habitada desde muy antiguo y se constata que cada civilización ha antropizado el terreno para conseguir cada vez mejor rendimiento de sus cultivos. Desde los íberos y romanos se han ido desarrollando cada vez más regadíos, gracias a obras hidráulicas cada vez más complejas, que mejoraron sus posibilidades de supervivencia.
Me llama la atención que hace mucho tiempo que no haya nuevos proyectos de regadíos en nuestro territorio, que no se aprovechen las nuevas tecnologías en cuanto a gestión de riegos (nacional y extranjeras) para poner en rendimiento las tierras de secano que tenemos.
Nos enfrentamos a una crisis climática y esto puede traer una escasez tanto de agua como de alimentos a largo plazo. Durante la pandemia hemos comprobado lo vital que es para nuestras economías tener independencia de terceros países. Debemos apostar, como comunidad y como país, por el desarrollo de proteína (vegetal y animal) que nos asegure independencia alimentaria y que nos permita además desplegar en el territorio una actividad que no sólo fija población y atrae a nuevos pobladores, sino que permite generar en torno ella una gran cantidad de actividad económica en diversos sectores.
Esto pasa por cambiar el modelo de desarrollo que se nos ha impuesto, apostar por el futuro de nuestro territorio abordando un gran plan que implica no sólo inversiones en infraestructuras, que también, sino igualmente una apuesta educativa que permita formar a nuestros jóvenes para que tengan las herramientas para iniciar sus proyectos de vida en un territorio que les ofrece muchas oportunidades.
Para la agrupación de electores Teruel Existe, esta es una verdadera apuesta de futuro, no solo para la provincia sino para la comunidad autónoma. Una apuesta refrendada en nuestras enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado.
Se ha solicitado partida presupuestaria para el estudio del desarrollo de regadíos para el cultivo del olivo y la almendra en las comarcas del Bajo Aragón, apostamos por un producto de calidad que puede generar a su alrededor sinergias en investigación y transformación y que puede ser, junto al polígono solicitado en el acuerdo de investidura, los tractores que sirvan para cambiar el modelo de desarrollo de las comarcas del norte de Teruel. Junto a este proyecto se solicitó también una partida para realizar el estudio para el desarrollo de un salto reversible de agua entre Samper de Calanda y Alcañiz. Esta tecnología tiene dos vertientes: la primera es tener la posibilidad de desarrollar energía renovable, siendo además un sistema de almacenaje energético, que ayudaría entre otras cosas a regular la red eléctrica; la segunda vertiente del proyecto es que permitiría acercar el río Ebro a la Tierra Baja, para desarrollar los regadíos de la margen derecha.
Se implementaría un nuevo vector de desarrollo a través del agua que significaría además una transición energética real desde los combustibles fósiles, aportando además nuevas posibilidades de empleo para nuestras comarcas.
Todo el sistema genera un efecto virtuoso, sin olvidarnos de la Comarca del Matarraña; se sigue peleando para conseguir las balsas laterales del Matarraña. Estas infraestructuras, que se han demostrado como la mejor manera de regular nuestros ríos, permitirán a esta comarca continuar con su desarrollo en el sector agroalimentario.
Tampoco nos olvidamos de la problemática que tienen nuestros vecinos de Mazaleón y Maella, afectados por el virus de la Sharka, una situación que hace peligrar la supervivencia no sólo de la economía local sino del propio pueblo. Se presentó una enmienda para conseguir una reconversión en el sector agroalimentario de Mazaleón. Un ejemplo, que de llevarse a cabo, serviría de referencia para otros territorios si se diera el caso de que surjan los mismos problemas.
El agua, fuente de vida, puede ser en pleno siglo XXI, aprovechando el desarrollo tecnológico, la cimentación que soporte el cambio que necesita nuestro territorio.
Así lo creemos y por ello trabajamos.■
Joaquín Egea
Senador Teruel Existe
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