María José Griñon
Educadora
La injusticia de Oriente
Creía en los reyes con fervor absoluto. Año tras año esperaba la cabalgata en una calle costeruda muy cerca de mi casa. Los Reyes subían por la calle Mayor encaramados en destartaladas carrozas acompañados por una corte de pajes a los que inevitablemente, año tras año reconocía, pero mi mente infantil, atrincherada en su intenso deseo jamás cuestionó la veracidad y solemnidad de aquel cortejo, a pesar de su aderezo desastroso. Sus componentes lucían pelucas reviradas, caras pésimamente ennegrecidas, pantalones raídos asomando bajo túnicas deslucidas.