08 octubre 2022

Los incendios forestales asolan la cuenca mediterránea

El mosaico agrícola-forestal genera un ambiente de mayor biodiversidad y a su vez de mayor resiliencia ante los incendios forestales; al no haber tanta continuidad forestal, las oportunidades de extinción del fuego aumentan. Foto: Javier Escorza


Los incendios forestales asolan la cuenca mediterránea

El año 2022 va a pasar a la historia como uno de los años más terribles de incendios forestales, no solo en España, también en toda la cuenca mediterránea, tanto en la parte europea como en la africana. Sin lugar a dudas la larga ola de calor que comenzó a mitad de junio y que de una forma casi continua duró hasta la segunda mitad de agosto ha sido determinante para generar unas condiciones meteorológicas extremas y así favorecer el ambiente propicio al desarrollo de muchos de los incendios acaecidos a lo largo del verano. Por Javier Escorza, Agente Forestal y Carmelo Peralta, Ingeniero de Montes.


Las causas
Las condiciones meteorológicas son determinantes una vez sucedido el incendio y, por tanto, las altas temperaturas, la baja humedad atmosférica acompañada de fuertes vientos cálidos y secos empujan al fuego por la orografía forestal alcanzando en pocos minutos unas condiciones y evoluciones difíciles de atajar por los equipos de extinción, a pesar de lo bien preparados que están actualmente.

Pero, por nefastas que sean las condiciones ambientales, ha de haber una causa inicial de ignición para que el incendio suceda, causas que en demasiadas ocasiones son de origen antrópico, es decir interviene de una u otra manera la mano humana: unas pocas veces intencionadamente, pero la mayoría de las veces por negligencias, es decir por descuidos o situaciones accidentales que se podrían haber evitado. Por tanto una adecuada concienciación de la ciudadanía que realiza actividades en contacto con el medio natural evitará de forma importante la siniestralidad. Con esa concienciación conseguida se pueden tomar acciones preventivas eficientes. Igual en actividades de ocio como de trabajo; cuando llega el calor del verano y las condiciones climáticas se vuelven severas, como sucedió a principios del verano de este año, el comportamiento y la actitud de las personas será clave, y donde se tomen medidas preventivas, se podrá evitar la aparición de algunos posibles incendios. Algunas de las actividades donde son necesarias esas medidas preventivas en el ámbito laboral son: el uso de radiales, de máquinas de soldar, de maquinarias de fricción en los montes, de máquinas agrícolas, (como las cosechadoras), en los medios agrarios próximos a las zonas forestales… También se ha de evitar el uso del fuego en las zonas de monte, así como extremar el cuidado en los desplazamientos en motos o en cualquier vehículo a motor…; son medidas necesarias de protección de las zonas forestales que conviene fomentar e incluso regular porque es allí en las acciones preventivas donde podemos actuar para minimizar la aparición del fuego en el medio forestal.

Hay otro tipo de causalidad donde no podemos hacer otra cosa que estar preparados para la extinción, es el caso de las tormentas de verano que en numerosas ocasiones vienen acompañadas con potentes aparatos eléctricos que dejan caer miles de rayos en poco tiempo, pudiendo prender algunos de esos rayos al caer sobre zonas forestales con la vegetación seca.



El matorral y el bosque mediterráneo
El bosque y el matorral mediterráneo están constituidos por un conjunto de ecosistemas que se desarrollan principalmente en las tierras que rodean al mar Mediterráneo con una climatología ponderada por el propio mar que se caracteriza por tener unos veranos muy calurosos y secos, otoños cálidos, inviernos templados y primaveras relativamente lluviosas. Es un territorio altamente sensible a la desertificación, pero a su vez tiene una capa vegetal muy bien adaptada a los ambientes xerófilos y esclerófilos donde la sequía, la aridez y las altas temperaturas han modelado a lo largo de millones de años, las características de una vegetación de largas raíces, con capacidad de almacenar agua en su tejido vegetal y con una gran adaptación al fuego y por tanto con buena capacidad regeneradora, si se ven afectadas por un incendio forestal. A su vez y en las primaveras lluviosas son ecosistemas con gran capacidad de desarrollo y crecimiento de la vegetación, y eso hace que nos encontremos con bosques de especies perennes como el pino carrasco y la carrasca o encina, que contienen sotobosques de enorme espesura y llenos de especies de matorral, que desde el punto de vista de los incendios forestales, conforman una naturaleza de enorme densidad vegetal y por tanto de muchísimo combustible capaz de arder de forma continua y con enorme intensidad.


El cambio en la vida rural
No cabe duda que los cambios de vida en el mundo rural han sido evidentes. En la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX el mundo rural estaba altamente poblado por una sociedad poco industrializada que vivía de los recursos agrícolas, ganaderos y forestales que ellos mismos gestionaban. A finales de los años cincuenta aparece la bombona de butano que llevó a las casas una energía eficiente y manejable pero repercutió negativamente en el uso y extracción de las leñas de los montes. A partir de los años sesenta se empezó a vivir un desarrollo industrial que hizo que muchos habitantes del mundo rural se desplazaran a zonas urbanas donde se instalaron las diferentes fábricas e industrias. Ello implicó que poco a poco los pueblos se fueron quedando vacíos (lo que hoy, muchos años más tarde, se ha dado en llamar la España vaciada) y una de sus mayores consecuencias ha sido, la falta de gestión de muchos ambientes rurales y naturales, especialmente los forestales y arbustivos, ya que no era necesaria la leña para calentarse, ya no hacían falta tantas vigas y tablas de madera para la construcción, que fueron sustituidas por las vigas y materiales de hormigón y hierro. A su vez los ganados han ido irremediablemente a menos y por tanto, cada vez iban a pastar menos cabezas y menos tiempo a los montes. Como consecuencia de ello, cada vez los ecosistemas mediterráneos tanto de bosques como de matorrales iban creciendo y su biomasa ha ido generando un crecimiento continuo cada primavera hasta llegar a densidades altísimas que nadie, por ese cambio de vida en la sociedad rural principalmente, aprovechaba. Sin duda aprovechar el recurso forestal requiere un esfuerzo y un trabajo que antiguamente hacían todos los habitantes de los pueblos y hoy rara vez se hace salvo por empresas especializadas o por la propia administración forestal.


El suelo es especialmente vulnerable en un bosque quemado y hay que retirar la madera quemada a la vez que se llevan acciones que ayuden a minimizar la erosión manteniendo en lo posible la capa vegetal que permita el futuro desarrollo de nuevas plantas. Foto: Javier Escorza

 


El cambio climático
Hablar de cambio climático es ya algo natural en nuestra sociedad; se habla de ello en tantos foros que no nos vamos a extender en su significado y sus posibles consecuencias, pero sí en dejar claro que su influencia sobre el medio natural y los ecosistemas forestales está siendo ya, y lo va a seguir siendo determinante. Se está traduciendo en fenómenos extremos del tiempo, siendo uno de ellos, las olas de calor, muy determinantes para el desarrollo de los incendios forestales, olas de calor que cada vez son más extremas y se producen con mayor recurrencia a la vez que con mayor duración, generando un ambiente, una vez producido el incendio, favorecedor de forma notable al avance del fuego y en muchos casos permitiendo un desarrollo inmediato del frente de fuego con unas llamas muy virulentas desde el inicio del fuego, que hace que en pocos minutos el incendio escape a la capacidad de extinción de los equipos profesionales que con impotencia ven arder los montes ante la dificultad de poder realizar estrategias eficientes para la extinción temprana y en muchos casos con alto riesgo para sus propias vidas debido a la inmensidad que adquieren esos incendios junto a las características extremas de temperaturas y radiación.

Además de las areas cortafuegos es necesario realizar tratamientos silvícolas para aclarar la masa forestal. Foto: Carmelo Peralta


El monte mediterráneo conformado por pino carrasco (Pinus halepensis) se desarrolla con altas densidades tanto de árboles (pinos) como de matorral y la apertura de cortafuegos es una labor esencial para crear discontinuidades. Foto: Carmelo Peralta


Hoy en día los trabajos están mecanizados como sucede en la agricultura y ganadería y se emplea maquinaría especializada para extraer el arbolado como la procesadora forestal. Muchos de estos árboles se aprovecharán para astillas o pellets y poder calentar hogares y edificios; también granjas. Foto: José Antonio Bardají



El cambio de modelo
Muchas generaciones del mundo rural se dedicaron a talar árboles para construir casas, corrales y parideras, a recoger ramas y cortar arbustos para tener leñas para calentar las casas y cocinar, mantenían los pequeños bancales y campos de montaña que hoy se consideran improductivos y se han forestado, llevaban a pastar los rebaños de cabras y ovejas que tenían en todos los pueblos… Hoy en día nada de eso sucede y no porque esté prohibido como a veces algunos aventurados se atreven a decir sin apenas conocer la legislación forestal, sino porque la forma de vida ha cambiado tanto que apenas nadie está dispuesto a llevar a cabo ese tipo de actividades y ni siquiera se necesita para la forma de vida actual. Por eso más que nunca es necesario llevar a cabo una gestión forestal tanto en los montes de titularidad y utilidad pública, como en los de propiedad privada, gestión que solo llevarán a cabo los sectores profesionales, bien de empresas privadas o bien de las empresas públicas y que dirigidas por los funcionarios dedicados a la gestión de montes, planificarán y supervisarán las actuaciones a realizar.

Son muchas las acciones que se incluyen en la denominada gestión forestal: Aprovechamientos de madera ordinarios, realización de áreas cortafuegos, apertura de fajas auxiliares en caminos, pistas forestales, y carreteras secundarias; habilitación de zonas especiales de protección tanto para masas forestales como para entornos urbanos, etc. Lo que actualmente se ve con claridad y mantiene un alto nivel de consenso es que la gestión forestal es totalmente necesaria.


Después de un gran incendio el bosque queda totalmente calcinado presentando un aspecto desolador. Pero el monte mediterráneo está constituido por especies muy bien adaptadas al fuego y si se corta y se extrae todo lo quemado, numerosas especies como el enebro (Juniperus oxicedrus) rebrotan nuevas ramas desde la propia raíz que al estar bajo tierra permanece viva y con capacidad de regenerarse. Fotos: Javier Escorza

 

La necesaria gestión forestal
Las extremas condiciones climáticas de este verano, acentuadas en el entorno mediterráneo por el cambio climático, han sido el catalizador para generar la “tormenta perfecta” en relación a los incendios forestales. Este cóctel se ha visto retroalimentado por un paisaje que desde mediados del siglo pasado se ha homogeneizado y densificado, incrementando en exceso la biomasa disponible y provocando incendios que se encuentran fuera de capacidad de extinción.

Se ha hablado mucho de las soluciones a este problema, algunas basadas en tópicos clásicos y simplistas, generadas sin el tiempo necesario para contextualizar un tema con enormes repercusiones en el ámbito socioeconómico en el mundo rural y que requiere de planificación de políticas transversales de ámbito multidisciplinar.

Revitalizar la actividad en el mundo rural, otorgando el peso que le corresponde al sector agropecuario y forestal, es fundamental para generar paisajes resilientes a los incendios forestales, que van a seguir produciéndose en los entornos mediterráneos, y que constituyen una amenaza real en el ámbito de la protección civil. El combustible es el único elemento del triángulo del fuego que podemos gestionar y es necesario una reordenación del mismo, con un paisaje en mosaico y con menor carga, que nos permita reducir la gravedad de los incendios y garantizar la efectividad y seguridad de los medios de extinción.

Centrándonos en el mundo forestal es necesaria una gestión activa de nuestro monte, en el sentido amplio, conforme al carácter multifuncional que tienen los ecosistemas forestales. La gestión debe de estar basada en una política a largo plazo, acorde a los tiempos que caracterizan la gestión forestal, que supere la visión cortoplacista focalizada en el rédito electoral y tenga en cuenta el carácter estratégico de este sector que ocupa más del 50 % de nuestra geografía.





 
Actualmente se realizan grandes Áreas Cortafuegos (ACF) para estructurar los montes dándoles más resiliencia y también poder actuar en una hipotética extinción con mayor eficiencia y seguridad para los equipos de extinción. Fotos: Javier Escorza

 

Nuestros montes ofrecen multitud de productos naturales (madera, pastos, miel, etc.) que son renovables y deben sustituir a otros productos que tienen una mayor huella de carbono y un mayor impacto en el medio ambiente. Además, genera unas externalidades (regulación ciclo hidrológico, protección del suelo, reserva y captación de CO2, biodiversidad, etc.) que benefician al conjunto de la sociedad y por los cuales la propiedad del monte, que tiene propietario, no percibe nada. La valoración de estas externalidades es una deuda que tenemos con los propietarios de los montes para revitalizar el territorio.

El fuego no entiende de límites administrativos y es necesario una gestión que se amplíe más allá de los montes gestionados por la administración y que está condicionada por la limitada disponibilidad del erario público. La gestión debe ampliarse a la propiedad privada, montes patrimoniales de Ayuntamientos, montes de socios, etc., que en base a distintas fórmulas (asociación, sociedades, etc.) permita una gestión adecuada a las necesidades sin tener en cuenta la delimitación catastral.

No obstante, debe incrementarse notablemente el presupuesto en gestión forestal y apoyar decididamente la consolidación de un sector fuerte (aprovechamientos, conservación y transformación) que sea un elemento “tractor” que dinamice el mundo rural basado en la gestión de los recursos naturales de forma ordenada y planificada, avanzando hacia una sociedad hipocarbónica y fomentando la economía circular. Y ahí intervenimos todos: administración forestal, ayuntamientos, comarcas, propietarios y usuarios de la biomasa… ¡Pongámonos en marcha!■





Una vez realizadas las Áreas Cortafuegos donde la mecanización es necesaria, su mantenimiento es esencial y para ello el ganado puede jugar un papel importantísimo, especialmente el de cabras que tiene mucha más capacidad de comer vegetales leñosos, aunque también las ovejas pueden participar en esa labor; ciertamente hoy la ganadería necesita ayudas públicas para dedicarse a pastar en estos montes. Fotos: Javier Escorza

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