08 octubre 2022

#cyc94Editorial - El huevo de la serpiente



El huevo de la serpiente 


En 1992 Fukuyama escribía su libro “El fin de la Historia y el último hombre” donde esgrimía el final de las ideologías y el triunfo de las democracias liberales. El comunismo había sido derrotado y Fukuyama atisbaba un futuro prometedor sin guerras y sin luchas de clases en donde el liberalismo económico colmaría las necesidades materiales de toda la humanidad en un contexto político de democracias representativas. Poco menos que el paraíso en la Tierra.

30 años después nos encontramos con una guerra en Ucrania, EEUU entrando en recesión y una Vieja Europa más débil y desunida que nunca, pagando los platos rotos de un atlantismo liderado por los halcones que queriendo rodear por norte, oeste y sur al oso ruso, sin ninguna necesidad estratégica ni defensiva de seguir ampliando las fronteras de la OTAN a las puertas del Kremlin, ha hecho saltar la chispa con una oleada de consecuencias que ni de lejos esperábamos en nuestra tranquila y cómoda Europa. Parece que Fukuyama no tuvo en cuenta todas las variables.

El huevo de la serpiente que incubaron Reagan y Thatcher durante los años 80 del siglo pasado sin duda hizo saltar por los aires a un comunismo esclerotizado y burocratizado que implosionó como un castillo de naipes, pero la serpiente del libre mercado y la competencia hasta la muerte no murió una vez realizada la tarea encomendada. Y ahora que es adulta quiere todo el pastel.

La hegemonía del paradigma de la competitividad y la irrelevancia/derrota del modelo de la solidaridad y el internacionalismo (que no globalización) van a ir creando monstruos como el nuevo gobierno de extrema derecha en Italia, otras posibles guerras por el control geoestratégico o los recursos energéticos, y nuevos gobiernos protofascistas que casi inevitablemente irán apareciendo en Europa al calor del egoísmo y racismo que genera un sistema económico principalmente basado en la cuenta de resultados de las grandes empresas que dominan el orden mundial.

Fukuyama se equivocó, eso ya lo sabemos. Pero eso no es suficiente para librarnos del desastre. Hacen falta teóricos y lideres políticos que nos marquen un camino que no nos lleve a la autodestrucción.■

 


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