27 diciembre 2025

#JoaquínEgea - La semilla que germina

Inauguración del Espacio Expositivo de Arte Digital el pasado 1 de noviembre.

JOAQUÍN EGEA - diciembre 2025
CYC 132 | TRIBUNA | ESPACIO EXPOSITIVO DE ARTE DIGITAL | 


La semilla que germina

El desarrollo de la vocación personal no suele ser un proceso aislado; se encuentra intrínsecamente entrelazado, y a menudo limitado o catalizado, por el entorno cultural que nos acoge. Las aspiraciones individuales no surgen en un vacío, sino que son el reflejo de las posibilidades, las herramientas y los roles que la sociedad nos ofrece.

La llegada de nueva expresión cultural o tecnológica, produce una redefinición fundamental del imaginario colectivo sobre lo que es posible. Las grandes revoluciones comparten un nacimiento singular que nada hacía presagiar su desarrollo posterior. Crean un aliciente crucial que permite que los talentos latentes se manifiesten y desarrollen.

En 1895 nace el cine de la mano de los hermanos Lumière. La salida de los obreros de la fábrica: un plano fijo de menos de un minuto, grabado con un cinematógrafo que los Lumière habían desarrollado, se considera la primera proyección cinematográfica.

El cine nació como una curiosidad técnica, accesible sólo a quienes tenían acceso a aquel invento: un aparato pesado, caro y complejo.

Sin embargo, la semilla había sido plantada. Pocos años después, Georges Méliès —un mago de teatro con recursos limitados— usó esa misma tecnología para crear Viaje a la Luna (1902). Con trucos manuales como la icónica imagen del cohete clavado en el ojo de la luna, escenografías pintadas y una sola cámara inventó el cine fantástico. Lo que empezó como un dominio de inventores y showmans se expandió: llegaron las escuelas de cine, los estudios, los guionistas, los montajistas. Aquella semilla germinó. En unas pocas décadas, el cine dejó de ser una rareza para convertirse en el arte narrativo del siglo XX, con millones de creadores en todo el mundo. Hoy, cualquier persona con un teléfono graba, edita y publica historias en movimiento.

El ciclo se repetiría más tarde con el nacimiento de la informática en la década de 1940. Una tecnología que inicialmente requería de equipos de ingenieros para manejarla y a la que sólo un reducido número de personas tenían acceso. Sin embargo, el terreno estaba abonado; alrededor de los primeros ordenadores se creó un ecosistema de creadores que transformaron ideas en realidades digitales. En cuestión de décadas lo que era un club exclusivo se convirtió en un movimiento masivo: millones de usuarios crearon software, juegos y aplicaciones. El brote se extendió; hoy, la informática impregna todos los aspectos de la vida, desde el diseño gráfico hasta la inteligencia artificial.

En la actualidad estamos viviendo la génesis de una nueva forma de expresión artística. Si bien hasta ahora conocíamos la existencia del arte realizado con herramientas informáticas  (arte digital tradicional), el desarrollo de las inteligencias artificiales generativas supone una disrupción con la idea que teníamos hasta ahora de arte.

La IA no es una simple herramienta que ejecuta una orden manual, sino que introduce un nuevo colaborador al proceso: el algoritmo; un motor que interpreta, sintetiza y materializa conceptos abstractos a partir de instrucciones lingüísticas o visuales. Esto fuerza a redefinir el rol del artista, desplazando el enfoque desde la habilidad técnica de la ejecución manual hacia la capacidad conceptual de la dirección creativa.  La IA elimina la barrera de las habilidades motrices y el dominio complejo del software. Cualquiera con una idea y la capacidad de articularla puede ser un "creador" instantáneo. Esto baja aún más el umbral de entrada al ecosistema artístico, incentivando a que más personas experimenten y, potencialmente, descubran una vocación en la dirección de la IA.




En el Bajo Aragón Histórico existe un tejido emergente de artistas, creadores audiovisuales y profesionales del entorno digital. Un grupo de pioneros atraídos por esta nueva tendencia global y cuya experiencia es fundamental. Destaca la labor de la asociación cultural Las Ranetas, que a mediados de la década de 2010 impulsó proyectos pioneros en arte digital, como el I Certamen de Experiencias y Cortos en Realidad Virtual (2015), uno de los primeros en Europa en usar las gafas Oculus Rift. Entre 2016 y 2018 celebraron diversos festivales de realidad virtual y aumentada, y en 2019, el 5º Ranetas VR Fest incorporó por primera vez obras creadas con inteligencia artificial, consolidando la unión entre arte y tecnología.

La semilla digital introducida por Las Ranetas germinó el pasado 1 de noviembre con la inauguración del Espacio Expositivo de Arte Digital con sede en el Molino Mayor Harinero. Este espacio nace como punto de encuentro entre la creatividad, la tecnología y la ciudadanía. Su propósito es difundir, promover y dar visibilidad a la cultura digital contemporánea, poniendo especial énfasis en las nuevas formas de expresión artística vinculadas al arte digital, la animación, la fotografía

digital, el diseño interactivo o los efectos visuales. Pero más allá de exponer obras, el Molino se concibe como un catalizador de vocaciones: un lugar donde la curiosidad se transforma en oficio mediante la experiencia directa, guiada y progresiva. El Molino Mayor, con su origen medieval y su actual función como sede del Centro Íberos en el Bajo Aragón (CIBA), es un símbolo del patrimonio industrial y arqueológico de Alcañiz. Alberga colecciones de piezas íberas y tiene un valor cultural significativo como parte de la Ruta Íberos en el Bajo Aragón. Al integrar el Museo de Arte Digital en este edificio, se crea una conexión entre pasado y futuro que sirve como puente entre la historia medieval y prerromana de Alcañiz y las tendencias más innovadoras del arte digital.

Alcañiz ha sido Motor a lo largo de su historia. Lo fue en el S. XVI cuando en la ciudad se creó un entorno propicio para el desarrollo del pensamiento humanista iniciado por Juan Sobrarias y que contribuyó a la vocación de un grupo de estudiosos que ayudó al desarrollo del Humanismo en España; lo fue desde 1965 cuando la visión de un pionero propició la organización de grandes premios automovilísticos sin los que no se entendería el Alcañiz actual; y quiere volver a serlo a través de un espacio que introduce a la ciudad de Alcañiz en la vanguardia del arte.

El proyecto aspira a replicar, en el ámbito del arte digital, la trayectoria del Conservatorio Profesional de Música de Alcañiz: un espacio que, partiendo de orígenes humildes en el antiguo teatro, forjó con esfuerzo colectivo un ecosistema cultural vibrante y hoy disfruta de instalaciones de referencia. Así como aquel conservatorio transformó la afición en profesión y la música en seña de identidad local, este molino busca convertir la curiosidad tecnológica en vocación creativa, consolidando un polo de innovación que nutra y sea nutrido por la ciudadanía.

El reto ahora no es tecnológico, es comunitario. Tras el primer paso dado, el ecosistema debe crecer por imitación y transformación. Necesitamos que el docente comparta sus inquietudes con el estudiante, que el programador encuentre al poeta, que el diseñador se cruce con el historiador. Necesitamos que los que ya crean en silencio en sus casas se atrevan a mostrar sus experimentos, y que los que aún no se atreven descubran que hay un lugar para empezar.



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