12 septiembre 2022

#AlbertoDíaz - Thomas Mann, símbolo del escritor europeo del siglo XX



Thomas Mann, símbolo del  escritor europeo del siglo XX


En la torrencial y caudalosa narrativa de Thomas Mann uno puede percibir, como una sombra gigantesca, la influencia de Goethe y comprender la raíz común que alimenta a los dos genios literarios. Pero en Mann se pueden vislumbrar otras influencias más acordes con el espíritu de su época y la convulsa historia de los tiempos en los que vivió: me refiero a la potentísima belleza y fuerza de la raza germánica en la música de Wagner, a la profundidad metafísica de Schopenhauer y al pesimismo y torturada lucidez de Nietzsche.

Pero el irlandés Colm Tóibin que ya probó suerte con la novela de base biográfica con “The Master. Retrato del novelista adulto”, donde Henry James es “diseccionado” con cierta maestría y algo de mala uva, consigue que esas características se repitan en “El mago”, la ambiciosa biografía novelada de Thomas Mann. El drama familiar que desde su nacimiento vive el escritor, desgarrado entre pulsiones sexuales irreprimibles, un talante burgués acomodado y conservador y un mundo íntimo paralelo nada convencional en las costumbres, lleno de represiones y desafíos, le convierten en un objetivo formidable para Tóibín, que se despacha a gusto –a veces rozando el exceso- narrándonos las dificultades que para Mann suponen no sólo sus seis hijos y su mujer –la desconcertante Katia–, sus hermanos (uno de ellos Heinrich, escritor excelente) o su madre, sino los suicidios de varios de ellos y su propia figura como gran escritor de Alemania desgarrado entre el amor a la patria germánica y los avatares de la historia convulsa que le tocó vivir, hasta el rechazo a los nazis y sus protegidos, aunque laboriosos, exilios en Francia, EE.UU. y Suiza.

Quizá Tóibín se exceda en algunos momentos con su visión –se supone que imaginaria en parte– de la intimidad del escritor y sus pulsiones homosexuales o de los complejos psicológicos de éste con respecto a su padre y a su madre. Tanto el padre, senador y comerciante –cuatro generaciones de la mejor burguesía de Lübeck– encerrado de su cápsula de irredenta rigidez, que deshereda a su familia. Como la madre, una brasileña algo desquiciada que aporta a la herencia psico biológica de Mann toda su vertiente desafiante y libertaria (celosamente disfrazada y oculta a los demás).

Creo que para el lector interesado en una visión global, realista e histórica de Mann, y no sólo en sus defectos y debilidades, sería interesante aunar la lectura de la novela de Tóibín con la más seria y documentada biografía de Roman Karst, “Thomas Mann, historia de una disonancia” ( Barral Editores 1974, Biblioteca breve) donde se nos sitúa al personaje dentro de su significación histórica, sobre todo a partir del advenimiento de Hitler al poder en Alemania.

En una carta pública –reproducida en toda Europa– Mann se dirige a los nazis en estos términos: “¿Adónde han llevado ustedes a Alemania en menos de cuatro años? Arruinada, agotada psíquica y físicamente por una carrera armamentista con la que amenaza al mundo entero… ¡Que Dios ayude a nuestro herido y profanado país”. Como él mismo dijo, si no se hubiera exiliado, no habría sobrevivido a Hitler. Mann tuvo más suerte que Stefan Zweig y Walter Benjamín que se suicidaron ante la presión nazi, pero como Heiddegger, Brecht, Hannah Arendt, Jaspers o Primo Levi formó parte de una generación marcada a fuego por la primera mitad del siglo XX, en la que la barbarie y la inhumanidad de dos guerras mundiales y abundantes genocidios –judíos, armenios y otros–, dejaron una huella difícil de superar.

En cuanto a Tóibín, recoge muy anecdóticamente los aspectos políticos en los que se ve envuelto Mann, pero por lo menos está muy por encima de la línea del trabajo que Javier Marías le dedicó en su libro “Vidas escritas” (se lo pueden ahorrar: es un listado irónico de los padecimientos físicos de Mann) y también del de Harold Bloom que, aparte de hablar de sí mismo y de sus fobias, se limita a comentar “La montaña mágica” y añadir un comentario crítico muy perspicaz: “es uno de esos productos de la alta cultura que hoy se encuentran en cierto peligro, porque exigen educación y reflexión considerables”. Bloom escribió esto en el 2000. Hoy día el “cierto peligro” es ya casi un síntoma de extinción. ¿Quién lee hoy a Mann? ¿Quién se atreve a entrar en “Los Buddenbrook”, “José y sus hermanos”, “Doctor Faustus” o “Felix Krull”? No saben lo que se pierden.

En 1901 aparece “Los Buddenbrook”, un novelón en el que relata la historia de su propia familia en Lübeck, por supuesto “retocada” pero que no engaña a nadie y causa un escándalo en la pequeña ciudad y un éxito enorme en Alemania, donde se vende un millón de ejemplares de la primera edición. El aire de decadencia, caducidad, muerte, melancolía que invade la historia crepuscular de la familia está tan lograda que convierte en asombrosa la primera obra de un autor de menos de 25 años.

Luego se suceden, “Tristán”, “Tonio Kröger” (que movió a muchos jóvenes alemanes hacia inquietudes espirituales, que eran las del autor) y con 37 años “La muerte en Venecia” donde logra la hazaña de reflejar de forma realista la atmósfera malsana y represiva de un anciano escritor –inspirado en el compositor Mahler- y su atormentada atracción por un jovencito y por la muerte que encontrará junto a los canales. Justamente dos de los elementos reprimidos pero activos en la mente de Mann, la homosexualidad y el final de la vida.

La evolución nefasta de la Alemania del Káiser Guillermo II, entre el militarismo y el orgullo por su potencial económico, preludia la I Guerra Mundial, en la que Thomas se coloca resueltamente entre los que apoyan la partida bélica (es uno de los firmantes del manifiesto de los intelectuales a favor del Káiser). La derrota alemana y las duras condiciones impuestas arruinaron al país. Mann viaja a Davos, Suiza, donde acompaña a su esposa que se recupera de la tuberculosis en un sanatorio. Auxiliándose de conocimientos sobre Medicina, Metafísica y Música, Mann se dispone a coronar su historia literaria con “La montaña mágica”, una novela grandiosa donde se condensa la genialidad de este autor que pasea el espejo de una humanidad plena de dolor, miseria, espanto y brutal desorientación, por el escenario limitado y simbólico de un sanatorio cuya salida habitual es la muerte y una sensualidad desorbitada como forma de compensación. Doce años tardó en completar esa compleja novela trágica, con personajes de una densidad humana impresionante, en los que se reflejará la evolución política de su autor. El éxito internacional de la novela le valdrá a Mann el Premio Nobel de 1929.

El surgimiento del nacionalsocialismo, cuyo horror profetiza en su novela “Mario y el mago” causa la quema de sus libros por orden de Hitler y su huida de Alemania a Suiza en 1933. La nacionalidad alemana le es arrebatada y admite la nacionalidad checa que le ofrecen. La entrada de los nazis en ese país renueva su exilio y marcha a Estados Unidos, que le concede la nacionalidad, publica sus libros y le permite hablar por todas sus universidades.

La fuerza negativa de esos años en la historia europea crea una generación de grandes escritores, pensadores, músicos y poetas a los que arrastra, a menudo con resultados catastróficos. También a Mann, tal vez privilegiado por su fama mundial, pero que nunca sufrirá en sí mismo esos horrores (aunque vivirá años durísimos con los suicidios de familiares, entre ellos su hijo Klaus –autor de “Mefisto”– en 1949 y sus hermanas Carla y Julia). En este tema, Tóibín no ahorra mostrar la indiferencia y el desapego de Mann y su esposa hacia sus hijos y la rivalidad entre Thomas y su hermano mayor Heinrich (autor de “Profesor Unrrat”, una crítica solapada de Thomas y en la que aparece una anécdota sexual semejante a la de “La muerte en Venecia”).

La genialidad de Mann no cesa de prodigarse casi hasta el final de su vida: “Señor y perro”, “Alteza real”, “Carlota en Weimar” (donde Mann hace revivir a su adorado Goethe magistralmente) y “Doctor Faustus” en la que el escritor simboliza la historia de su amado país, la tragedia nazi, y el duro castigo infligido a la “satánica” obsesión alemana por el poder y su convivencia con el mal.

El estilo de nuestro autor se ve surcado por el empleo de la ironía como regulador estético, un moderado escepticismo que no niega los valores y principios humanos, sino su relatividad. Y, al mismo tiempo, un rechazo de lo patético, lo declamatorio y la exageración a favor de la sencillez y de la exposición simple y vertical de los enfoques argumentales, en su causalidad y consecuencias. Sin olvidar la musicalidad de su prosa y su estilo: “La novela es para mí una sinfonía, una obra contrapuntística, una trama de temas entre los que las ideas desempeñan el papel de motivos musicales”.

Thomas Mann muere en Suiza a los 80 años, en 1955, tras recibir el premio Goethe por el conjunto de su obra y visitar las dos partes de Alemania por última vez, tras deplorar esa división (episodio muy ágilmente narrado por Tóibín). Un año antes en 1954, publicó la que sería su última novela, “Félix Krull”. En ella, resume la vida de un estafador y, ejerciendo su ironía, mostrando al mundo una característica de su propia personalidad, reflejada en muchos aspectos de su existencia: la ambigüedad política y moral de un creador seguro de su valía.■



FICHAS

EL MAGO.- La historia de Thomas Mann.- Colm Tóibín.- Trad. Antonia Martín.- Ed. Lumen.- 557 págs.

THOMAS MANN. Historia de una disonancia.- Roman Karst.-Trad.Juan J. del Solar. Ed.Barral editores.-466 págs.

Alberto Díaz
Periodista, Psicólogo y Crítico literario
charlus03@yahoo.es

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