28 enero 2024

¿Será Blade Runner 2049 el futuro de la provincia de Teruel?

JOAQUÍN EGEA SERRANO | 01/01/2024
CYC 109 | DEBATE DEL MES | EL FUTURO DE LAS RENOVABLES EN EL BAJO ARAGÓN 


Al inicio de la película Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve 2017), el Agente K, interpretado por Ryan Gosling, sobrevuela extensos campos de placas solares mientras se embarca en la captura de un replicante que vive en una zona despoblada alejada de las áreas más masificadas. Imágenes sobre un probable futuro para nuestros territorios que deberían motivarnos a reflexionar sobre el papel crucial de las energías renovables en nuestra realidad actual.

El cine, una vez más, se erige como un espejo de la sociedad; describiendo de manera precisa las preocupaciones, anhelos y miedos presentes en nuestra realidad. No pretende jugar un rol prescriptor de cambios futuros, más bien refleja fielmente lo que subyace en la sociedad actual.

La transición hacia fuentes más sostenibles de energía plantea dilemas éticos y económicos significativos. Es esencial en la lucha contra el cambio climático y en la transición hacia un mix energético más sostenible. Sin embargo, su implementación debe ser cuidadosamente planificada para evitar impactos negativos en la riqueza natural de ciertas regiones y en sus economías locales, que dependen en gran medida de dicha riqueza.

En este punto, es crucial profundizar en el concepto de "territorios de sacrificio". Éstos son áreas consideradas aptas para albergar infraestructuras beneficiosas para otras regiones o países, a menudo a expensas de su propia supervivencia. En el contexto de las energías renovables, esto se traduce en la instalación de parques solares o eólicos en lugares remotos y deshabitados, con el único propósito de abastecer de energía a zonas más desarrolladas.

La provincia de Teruel, con su vasto territorio y baja densidad de población, podría convertirse en un ejemplo claro de un territorio de sacrificio. Las empresas ven en nuestro territorio despoblado una oportunidad para la instalación masiva de infraestructuras de energías renovables, sin tener en cuenta las consecuencias para la comunidad local y su entorno natural. Se vive una suerte de fiebre del oro moderna, donde las empresas buscan tierras marginales para la instalación de gigantescas centrales de energías renovables. Este fenómeno, bajo el pretexto de una mala entendida transición ecológica, afecta sobre todo a las regiones que definimos como España Vaciada. Se ha puesto en cuestión el modelo económico local que estas regiones han sostenido durante décadas, amenazando la supervivencia de nuestros territorios debido a sus endebles equilibrios demográficos y atentando contra el mandato constitucional de equidad territorial al cargar sobre unos pocos territorios el desarrollo de los otros.

Los proyectos que están en marcha y en desarrollo en la provincia de Teruel nos demuestran como, de espaldas a la ciudadanía, se ha planificado la industrialización de nuestro territorio al servicio de comunidades vecinas. Estamos hablando de una capacidad de generación de energía renovable equivalente a siete centrales nucleares que no generará riqueza en nuestro territorio ya que no se aprovechará nada de toda esta capacidad, a lo que hay que añadir el despliegue de grandes líneas de evacuación hacia territorios vecinos que marcarán nuestra provincia de norte a sur y de este a oeste.

No obstante, es fundamental destacar que este artículo no está en contra de las energías renovables per se, sino que aboga por una implementación planificada y sostenible. Se busca una planificación ordenada que considere tanto los beneficios ambientales como los impactos sociales y económicos. La identificación de áreas adecuadas para la implantación de infraestructuras renovables debería priorizar terrenos marginales o industriales, minimizando así el impacto en la riqueza paisajística y evitando convertir a ciertas regiones en meros proveedores de energía para otros.

La clave reside en buscar un equilibrio que permita que estas áreas se beneficien directamente de la transición hacia las energías renovables. Programas de capacitación laboral, desarrollo de habilidades locales y la promoción de pequeñas y medianas empresas asociadas a este sector son elementos clave para garantizar que la transición hacia las energías renovables sea una oportunidad para el crecimiento económico sostenible.

Desde las administraciones públicas, se debería haber fomentado la participación activa de las comunidades locales en la definición del modelo de transición hacia energías renovables. Esto implica un diálogo transparente y equitativo entre empresas, gobiernos locales y residentes para garantizar que las decisiones se tomen de manera informada y justa. La inclusión de los habitantes de estos territorios en el proceso de planificación no solo protege sus intereses, sino que también fortalece el tejido social y promueve la aceptación de estas infraestructuras.

Reconocer el potencial de estas infraestructuras para impulsar el desarrollo económico local es esencial. La inversión en proyectos renovables puede generar empleo, mejorar la infraestructura y atraer inversiones a comunidades que históricamente han sido marginadas. El modelo actual de implantación por imposición sólo genera falsas promesas de puestos de trabajo que crean malestar y desafección en los territorios.

Una estrategia fundamental para evitar la concentración excesiva de infraestructuras renovables en determinadas regiones es fomentar el autoconsumo y la generación distribuida. Estas prácticas no solo promueven la democratización de la energía, sino que también ofrecen beneficios económicos y medioambientales significativos.

El autoconsumo permite a los usuarios generar su propia energía, reduciendo su dependencia de la red eléctrica convencional. Esto proporciona una mayor independencia energética a nivel individual y contribuye a la estabilidad y resiliencia del sistema eléctrico en su conjunto.

La generación distribuida implica la instalación de pequeñas unidades de generación de energía en diversos lugares, como paneles solares en tejados residenciales o turbinas eólicas comunitarias. Esta descentralización disminuye la necesidad de grandes centrales en territorios específicos y distribuye los beneficios económicos entre una variedad de comunidades. Además, la generación distribuida también puede conducir a una reducción de costos para los usuarios al minimizar las pérdidas asociadas con el transporte de electricidad a largas distancias, lo que puede resultar en tarifas más bajas para los consumidores finales.

La visión de un mundo donde la energía fluye desde pequeñas unidades distribuidas en lugar de vastas extensiones de renovables en tierras deshabitadas no solo es posible, sino esencial. No debemos permitir que la fiebre del oro moderna, con sus promesas de prosperidad superficial, socave la base misma de nuestras comunidades. La transición ecológica debe ser un proceso que nos una, que nos fortalezca como sociedad y que garantice un futuro próspero para todos.

La instalación de sistemas de generación distribuida también fomenta la competencia en el mercado energético. Al dar a los consumidores la capacidad de generar su propia energía, se crea un entorno donde las compañías eléctricas deben ofrecer servicios más eficientes y competitivos para retener a sus clientes. Esta competencia puede llevar a la innovación y a la adopción más rápida de tecnologías más limpias y eficientes.

La apuesta de cuantos llevamos años en la batalla por conseguir una transición ecológica sostenible y beneficiosa para todos pasa por establecer un marco regulatorio que garantice la participación de las comunidades locales en la planificación de proyectos de energías renovables. Este marco debería incluir mecanismos de consulta pública y mecanismos de compensación para los territorios afectados.

Es necesario desarrollar políticas fiscales y de subvenciones que promuevan la instalación de energías renovables en zonas urbanas y periurbanas. Estas políticas podrían ayudar a reducir la dependencia de las energías renovables de los territorios despoblados.

Se deberían abrir además caminos para investigar y desarrollar nuevas tecnologías de energías renovables que sean más eficientes y menos impactantes ambientalmente. Estas tecnologías podrían ayudar a reducir los impactos negativos de las energías renovables en el medio ambiente.

En conclusión, la transición hacia las energías renovables es indispensable, pero debe realizarse de manera planificada y equitativa. Evitar la creación de "territorios de sacrificio" implica una cuidadosa planificación, la participación activa de las comunidades locales y la promoción de prácticas como el autoconsumo y la generación distribuida. Solo a través de un enfoque inclusivo y sostenible podemos construir un futuro donde la energía sostenible sea un motor de desarrollo para todas las regiones, preservando la riqueza natural y económica de nuestro territorio.■


Joaquín Egea Serrano
Concejal Teruel Existe Ayto. Alcañiz

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