10 julio 2023

#MiguelÁngelGracia - El 23 de julio y el futuro de Europa




El 23 de julio hay elecciones generales en España, unas elecciones anticipadas, marcadas por el resultado del 28-M, que unos identifican con una “marea azul” y otros con una “ola reaccionaria”. Resulta interesante enmarcar estas próximas elecciones en el marco europeo y global, y tenerlo presente, a la hora de ir a votar.


El contrato social y político sobre el que se reconstruyó Europa tras la Segunda Guerra Mundial se sustentaba en una serie de pilares, que a su vez formaron los fundamentos de la Unión Europea, y que muy sucintamente son:

1. Economía de mercado, matizada por una importante intervención de los Estados y su capacidad redistributiva (cuya máxima expresión es el “Estado del bienestar”);

2. Democracia liberal, con separación de poderes y una amplia gama de derechos y libertades;

3. Acuerdo transversal entre la democracia cristiana, los liberales y la socialdemocracia, basado en el reconocimiento y respeto mutuos.

4. Anclaje geopolítico al bloque occidental, supeditado en última instancia a la OTAN y a la política exterior y potencia militar de los Estados Unidos;

5. Acceso estable y seguro a materias primas y recursos naturales, sustentado en las relaciones coloniales que persistieron después de la independencia formal;

6. Mantenimiento de las capacidades productivas dentro de Europa, convertida a su vez en el principal consumidor (dadas las necesidades de reconstrucción tras la guerra, y la adopción generalizada de mejoras materiales por parte de las clases trabajadoras).

7. Confianza en la ciencia y en la técnica, ligada a una noción general de “progreso” de la sociedad.


La conjunción de estos elementos dio lugar a la mayor etapa de prosperidad económica y social de Europa occidental (lo que en Francia llaman “los Treinta Gloriosos”) cuya evocación es a menudo utilizada por la extrema derecha europea (como en España el famoso, y sin embargo tan odioso y distinto “con Franco vivíamos mejor”). Pero todos estos pilares se encuentran hoy en crisis. Muy telegráficamente, nos encontramos:

1. Triunfo del modelo económico neoliberal, con la destrucción del Estado del bienestar plasmada en la privatización y reducción de servicios públicos.

2. Aparición de democracias “iliberales”, donde el poder ejecutivo, legislativo y judicial se fusionan y retroalimentan mutuamente, en aras de la perpetuación de determinados partidos o figuras en el poder (como en los ejemplos de Polonia y Hungría).

3. Puesta en cuestión de derechos que se habían conseguido (Ej., aborto) o negación de derechos a cada vez más amplias capas de la sociedad (mujeres, LGTBQ, inmigrantes).

4. Sustitución de la transversalidad política por un descarnado giro a la derecha, por una alianza entre las derechas tradicionales -de raíz democristiana, y progresivamente radicalizadas-, con derechas de origen abiertamente fascista o racista, pero siempre fuertemente identitarias.

5. Puesta en cuestión del eje atlantista, no para su sustitución por una estrategia de paz y solidaridad, sino para su sustitución por proximidad a otras potencias autoritarias (Rusia o China); a su vez, reforzamiento del belicismo como forma de resolver las diferencias entre bloques.

6. Globalización económica, con cierre de fábricas y pérdida de empleo en Europa, con deterioro cada vez mayor de la situación de los países del Sur global, saqueo de sus materias primas, deterioro ecológico y social, y emigración desatada; choque entre los desfavorecidos de ambos mundos.

7. Sustitución de la razón por la fe, puesta en cuestión de la ciencia, mayor auge de posiciones negacionistas, creacionistas, y conspiranoicas; resurgimiento de las religiones como mecanismos de afiliación social y política (islamismo y cristianismo radical, evangelismo...).


Y el resultado es inseguridad, confusión, miedo, y furia.

La ola neoliberal que comenzó en los años 80 con Reagan y Thatcher, unida al hundimiento de la URSS y el bloque socialista, abrió la vía para la globalización y para un regreso a algunos de los principios fundamentales del capitalismo primitivo. Ello ha supuesto la pérdida de conquistas sociales y de gran parte del Estado del bienestar, la asunción por parte de la socialdemocracia de una buena parte de los postulados neoliberales, ante la confusión de una izquierda aún no recuperada de la pérdida de referente que supuso la caída estrepitosa del bloque socialista. Por otra parte, la globalización se ha concretado en la deslocalización de miles de fábricas y de puestos de trabajos que existían en Europa, y su sustitución por una economía precarizada y de servicios, mientras los países del Sur global asumen el papel de proveedor de mano de obra y materias primas baratas y de basurero mundial, en una espiral infernal que les lleva a la emigración masiva.

La globalización se ha basado en la disponibilidad, no sólo de materias primas, sino, sobre todo, de energía: gas y petróleo baratos, para alimentar cadenas de valor globales, y cuya consecuencia última es el cambio climático provocado por las galopantes emisiones de CO2. Sin embargo, la guerra en Ucrania, provocada por la invasión de Rusia, ha puesto a Europa ante el espejo de su vulnerabilidad: energética, militar, e incluso alimentaria, y las sucesivas medidas de emergencia desplegadas por la Unión Europea no han contribuido a mitigar el miedo que se ha apoderado de las sociedades europeas. Añádase a ello la pandemia, y tendremos el cóctel perfecto.

Hoy, la gente en Europa está asustada, confusa y cabreada, y añora un pasado que creía mejor: son aquellos y aquellas que ya no pueden tener un trabajo estable y bien pagado, que han visto cerrar las fábricas que daban empleo a sus vecinos, que ven cómo se reducen sus pensiones y su asistencia sanitaria y su enseñanza pública, mientras siguen pagando impuestos y tienen la sensación de que otros “se cuelan” a la hora de disputarse las migajas del Estado del bienestar. Son los agricultores que se sienten acosados por la normativa ambiental europea mientras ven que entran en la UE los productos de terceros países, llenos de insecticidas y de plaguicidas que aquí están prohibidos; los que no saben cómo se calentarán el próximo invierno, pero al mismo tiempo ven cómo los macroparques eólicos y fotovoltaicos se desparraman desordenadamente por el territorio; los que creen que se presta demasiada atención al medio ambiente y a los “bichos” mientras ellos tienen problemas para regar y cultivar; los que cada vez se sienten menos representados por los políticos institucionales y acuden menos a las urnas.

Lo curioso del caso es que esas derechas que dicen defender al trabajador, al agricultor o al autónomo, son las mismas que, con sus decisiones a nivel europeo, siguen promoviendo cadenas de valor global que destruyen al mismo tiempo el empleo aquí y las economías locales en el sur global. Son los que promueven tratados de libre comercio para que la carne barata producida en Brasil destruyendo la Amazonia entre en Europa a precio de saldo y obligue a cerrar las granjas europeas. Son los mismos que siguen liberalizando servicios públicos allí donde pueden, son los mismos que ponen la alfombra roja a Amazon mientras se les llena la boca defendiendo el pequeño comercio; son los mismos que hablan de bajar impuestos, mientras siguen manteniendo decenas de paraísos fiscales dentro y fuera de la UE y favoreciendo la elusión fiscal; son los mismos que lanzan a pobres contra pobres (trabajadores europeos contra inmigrantes) para que se disputen las migajas del raquítico estado del bienestar y del empleo precarizado… y son los mismos que han declarado la guerra a la naturaleza, a “esta nueva pobre que es la tierra” (como denunciaba la Teología de la Liberación), y ahí tenemos el cambio climático, la destrucción de tierras, aguas, y atmósfera, desde la escala más local (véase Canal Roya) hasta la más planetaria.

La asunción por parte de amplias capas de la población, de los postulados del capitalismo más salvaje, solo es entendible en el marco de una victoria cultural de la derecha. Es el neoliberalismo que hace triunfar el individualismo y la meritocracia, el “si quieres, puedes”, con su siniestro reverso (“si no puedes, es culpa tuya”), y el igualmente siniestro y tan castizo “a un palmo de mi culo, fuego”. Estas ideas las vemos a todas horas en tertulias, programas de radio y televisión, en youtubers e influencers que evaden impuestos y se jactan de ello y se convierten en ejemplo a seguir para millones de personas, muchas de ellas jóvenes. Y la constante y progresiva reducción de recursos para la educación pública, universal y de calidad, no hace sino reforzar esta visión entre cohortes enteras de población, con cada vez menos y peores insumos intelectuales.

Pero todo lo descrito no es un fenómeno que simplemente “pase”. Es un fenómeno planificado. El neoliberalismo es un invento social y económico (recuérdese la escuela de Chicago); todos los adalides de las extremas derechas mundiales tienen sus ideólogos (recordemos a Steve Bannon, con Trump), y las conexiones entre los partidos y redes de la extrema derecha mundial son mucho más potentes que sus equivalentes de otras orientaciones políticas.

Las sucesivas elecciones en los distintos países europeos se están saldando, no solo con el ascenso de la extrema derecha, sino con la asunción por parte de la derecha tradicional de buena parte del discurso “extremista”, y la progresiva entrada en el gobierno. En el Parlamento Europeo, figuras del PP europeo y español como Manfred Weber, Esteban González Pons o Dolors Montserrat no tienen el más mínimo empacho en buscar el apoyo de las extremas derechas (las de Vox, Salvini o los nacionalistas polacos) para sacar adelante sus legislaciones o sus resoluciones más infames.

...y esperan completar la obra en 2024. Dentro de un año, se celebrarán elecciones europeas. Salvini ya lo ha dicho abiertamente: las elecciones de España del 23J son un hito en el proceso de toma de Europa por la extrema derecha, como lo son las elecciones polacas de septiembre próximo.

Y sin embargo...¡¡hay tanto por lo que luchar!!

Una sociedad solidaria, donde aporte más quien más tiene, para que las personas tengan un futuro y un proyecto de vida, independientemente del lugar o la cuna en la que nazcan. Una sociedad solidaria, que, consciente de su responsabilidad, pero también de su necesidad en un entorno de despoblación y envejecimiento, acoja con generosidad a los inmigrantes para que éstos también puedan desarrollar su proyecto de vida y aportar al colectivo. Una sociedad donde todo el mundo pueda querer y casarse, si se quiere, con quien quiera. Una sociedad donde las elecciones de credo o de cuerpo sean opciones respetadas. Una sociedad en paz con el planeta, que sepa sacar partido del ingenio humano para producir lo que necesitamos -no más- dejando un planeta sano a nuestros descendientes. Una sociedad más igualitaria, más empática, más femenina. Una sociedad a la medida de las personas, de todas las personas.

El 23 de julio, en nuestro país, sin miedo y con esperanza, es el primer hito donde decidimos qué futuro queremos para Europa.■

https://www.lavanguardia.com/politica/20230602/9013653/hombres-pequenitos-enfrentan-colosos.html

Miguel Ángel Gracia
Asesor en el Parlamento Europeo y miembro de la Asamblea de IU-Alcañiz
magconsultor@hotmail.es
www.consultoraeuropea.com

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