La guerra en Ucrania está tocando las conciencias del mundo occidental generando una ola de solidaridad como pocas veces antes se había visto. La repulsa a esta guerra es unánime e incondicional por toda persona de bien. Y ver cómo civiles son bombardeados y millones de personas se convierten en refugiados nos acongoja el alma y nos produce una profunda empatía ante el sufrimiento que está generando la guerra iniciada por Putin.
Sin embargo la solidaridad, igual que la justicia, o es igual para todos o no es justicia ni solidaridad. Es importante acordarse también ahora de los bombardeos sobre Gaza, o de la guerra en Irak iniciada para eliminar unas inexistentes armas de destrucción masiva en unos de los países, qué casualidad, con mayores reservas de crudo del planeta. El pueblo iraquí sufrió las consecuencias de aquello sin que se sancionara a los EEUU ni a su presidente por ello. Al igual que el pueblo palestino sigue arrinconado y bombardeado periódicamente en el gueto de Gaza por el estado de Israel con el beneplácito y consentimiento de la administración de los EEUU. Así podríamos poner muchos ejemplos más y en ningún caso hemos visto que la comunidad internacional sancione unánimemente a los presidentes del Capitolio ni ponga sanciones económicas a EEUU.
¿A qué estamos jugando, a tener víctimas y refugiados de primera y de segunda? ¿Los emigrantes por motivos económicos latinos que intentan cruzar el río Bravo en busca de un futuro mejor que son recibidos a balazos por los vigilantes de la frontera y separados de sus hijos son menos importantes que los ucranianos que huyen del sátrapa Putin? ¿Los africanos que se aventuran en una lancha para cruzar el Mediterráneo y que bloqueamos en las fronteras del sur de Europa son de menor categoría que los refugiados blancos y rubios de Ucrania?
Los crímenes que está produciendo Putin son imperdonables, pero Occidente no puede dar lecciones de nada ni erigirse en defensor de los derechos humanos mientras abre los brazos interesadamente a los refugiados ucranianos mientras utiliza a países como Turquía o Marruecos para frenar las oleadas de refugiados producidas por sus políticas imperialistas y neoliberales en estos países de África y Asia.
Putin no es peor que Biden, ni por supuesto mejor. ■
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