Participante del movimiento vecinal "Valjunquera por los Paisajes" |
Valjunquera y los gigantes
Desde hace algún tiempo una palabra resuena en mi cerebro como un martillo : “mo-li-nos”, “mo-li-nos”; es como un mantra que repiquetea mis oídos. Los intuyo, los huelo cuando camino por delante del ayuntamiento, los imagino girando con sus silbidos sibilinos asomando por el horizonte boscoso que rodea mi pueblo, los siento muy cerca ya.
Todo empezó con la búsqueda de información a la desesperada, intentando recomponer las piezas de un puzzle-pesadilla que nos permitiera entender la situación en la que nos veíamos inmersos. La voz de alarma la dio un 14 de febrero de 2020 Gent del Matarranya, cuando trajo a Jordi Saladié, a los empresarios y a vecinos de la Terra Alta a dar una ponencia informativa en Valjunquera. Ahí se pusieron sobre la mesa los puntos fuertes de la masificación eólica que proponía Capital Energy. La gente que acudió se alarmó. La alcaldía, allí presente, no se posicionó. Después vino la Covid, y lo calló todo.
Esta primavera, las noticias de nuevos proyectos han florecido en el territorio (Endesa, Forestalia, Capital Energy…) Al pueblo han llegado dos empresas y entre las dos suman un montante de 25 molinos. Cada una tiene sus zonas de acción (que a veces se solapan, porque el término municipal es muy pequeño y no hay tantas lomas ventosas para colocarlas). Han ofrecido su dinero y se han reunido con la corporación, varias veces.
Los vecinos vivíamos en la ignorancia. Algunos incluso pensaban que “aquello de los molinos estaba ya parado”. Oíamos lo del Maestrazgo, y nos pensábamos que quedaba lejos. Un día, unos cuantos, tras ver que nuestros balcones se habían declarado anti-centrales eólicas, decidimos organizarnos. En una semana pasamos de no tener ni idea a manejar gran cantidad de información, a vernos como un punto más dentro de la burbuja eólica especulativa que se está dando en la España rural. Unas cuantas horas de internet y de conversaciones con habitantes de pueblos vecinos nos hicieron ver que formamos parte de un proceso general, de la llamada “transición energética”. Como nos explicó Javier Oquendo en la charla informativa del pasado fin de semana, íbamos a sustituir el carbón y el gas por las energías renovables, a golpe de subvención europea y de megaproyectos.
En medio de este proceso, que en principio veríamos con buenos ojos si nos sirviera para ser autosuficientes y producir la energía que necesitamos, nos encontramos nosotros, una zona despoblada, agrícola, con gran riqueza paisajística y potencial turístico. El por qué, no lo sabemos. Será cuestión de números, tanto en ahorro (alquiler del suelo barato) como de votos (no tendrá consecuencias políticas porque no somos muchos habitantes).
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En segundo lugar, la destrucción del hábitat, con su fauna y su flora. Que los molinos descuartizan aves al vuelo es una evidencia. Los conteos que ha hecho la SEO en zonas de aerogenedores dan unas cifras mucho más elevadas de aves muertas a las que dan las empresas eólicas. ¿Será por algo?
En tercer lugar, los molinos hacen ruido, y van a estar muy cerca de la población, en realidad la van a cercar porque se desparraman en todas direcciones… los motores de los molinos funcionan aunque no haya viento, así que los vamos a oír continuamente.
Nuestro paisaje nunca volverá a ser igual, ni tampoco nuestro descanso.
El paisaje es un recipiente de recuerdos, lo hacemos nuestro con nuestras vivencias. Lo vemos, lo amamos, lo respetamos (o no), pero engloba las imágenes de la memoria colectiva. Qué hemos hecho allí, con quién hemos paseado, cuántas veces lo hemos soñado en momentos de vida urbana de estrés explosivo. El paisaje nos reconforta, es un lienzo al aire libre que nos sana cuando estamos enfermos. Es un museo gratuito, tan sólo tienes que entrar. Carrascas, vales, piedra seca. Millones de horas de esfuerzo de nuestros antepasados levantando paredes para sacar cualquier tierra al monte y poder dar de comer a la familia. Olivos, romeros, mases. El paisaje es una parte de cada uno de nosotros, de los que se fueron y de los que vendrán.
Por eso lo que nosotros hagamos ahora es tan importante, porque es nuestra decisión conservarlo o destrozarlo. En mi pueblo, por fin, los vecinos hablan. Desde la Terra Alta nos dijeron “cuidado, cuando lleguen las eólicas, os van a dividir, el pueblo quedará tocado”. Y así ha sido, esa brecha social anunciada nos amenaza. Es su baza, no nos quieren unidos, porque siguen la premisa de “divide y vencerás”, como decía Julio César. Su arma es el dinero, con él nos comprarán, sobornarán, expropiarán… si no nos mantenemos íntegros. No podemos perdernos el respeto. Entrar en el terreno pantanoso de las descalificaciones personales es muy dañino y autodestructivo, porque la inquina en los pueblos es inversamente proporcional al grosor de su censo, pero por contra también lo son la solidaridad y el apoyo mutuo. Por eso queremos, desde Valjunquera, luchar y protestar unidos.
Nuestro movimiento vecinal no va de ideologías, cada cual tiene su opción política que queda apartada en pro de un objetivo común, que es la defensa de nuestro paisaje. Esta agresión nos ha tocado en lo más que nos duele. Y no queremos callar. Por eso nos organizamos y protestamos, porque solo faltaría que no pudiéramos mostrar nuestro rechazo ante esta injusticia camuflada bajo la idea de ecología. Nos dicen que tenemos las de perder, pero no nos vamos a rendir. Somos pocos y con buenos propósitos. Vamos de la mano de Gent del Matarranya y de la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel. En realidad, vamos de la mano de toda la España rural vaciada y avasallada, somos lo mismo. Cualquier pueblo puede ser Valjunquera. Sabemos que nuestro enemigo es muy grande, de los más grandes, y que tiene el aval de los gobernantes. Pero también sabemos que a veces, el pequeño se hace grande si sus propósitos son justos.
Nuestro movimiento vecinal no va de ideologías, cada cual tiene su opción política que queda apartada en pro de un objetivo común, que es la defensa de nuestro paisaje. Esta agresión nos ha tocado en lo más que nos duele. Y no queremos callar. Por eso nos organizamos y protestamos, porque solo faltaría que no pudiéramos mostrar nuestro rechazo ante esta injusticia camuflada bajo la idea de ecología. Nos dicen que tenemos las de perder, pero no nos vamos a rendir. Somos pocos y con buenos propósitos. Vamos de la mano de Gent del Matarranya y de la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel. En realidad, vamos de la mano de toda la España rural vaciada y avasallada, somos lo mismo. Cualquier pueblo puede ser Valjunquera. Sabemos que nuestro enemigo es muy grande, de los más grandes, y que tiene el aval de los gobernantes. Pero también sabemos que a veces, el pequeño se hace grande si sus propósitos son justos.
Ahora mismo en mi cabeza ya no hay molinos. Ahora emerge la imagen soberbia del David de Miguel Ángel, esa sublime escultura blanca obtenida de un solo bloque de mármol, íntegra, con su mirada fija en un punto, segura, impasible. Un David desnudo ha fijado su objetivo y es perfectamente consciente de que lo va a lograr. Confiemos en nosotros, tenemos todo el derecho a conseguirlo.■
No se puede decir mejor, gracias por poner voz a tod×s l×que pensamos vomo tú
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