05 abril 2020

Pestes, plagas y epidemias. Una historia recurrente en el Bajo Aragón

José Antonio Benavente - Arqueólogo - jabenavente@hotmail.com
abril 2020 HISTORIA | EPIDEMIAS | BAJO ARAGÓN


Mapa de la expansión de la peste negra en el continente europeo
El territorio del Bajo Aragón, como cualquier otro territorio de nuestro planeta, ha sufrido periódicamente gravísimas epidemias y crisis sanitarias. En las siguientes líneas repasamos brevemente algunos datos históricos y damos a conocer noticias sueltas sobre la afección y la incidencia de estas pandemias en nuestro entorno.


La peste de 1348

La peste negra, endémica en Asia central, alcanzó una gran expansión a mediados del siglo XIV cuando llegó a Europa en 1347 - 1348 a través de las rutas comerciales y navegantes del Mediterráneo. La enfermedad estaba causada por un bacilo, la Yersinia pestis, cuyo principal portador eran las pulgas transportadas a su vez por ratas, caballerías, ganado y otros animales cuya convivencia con las personas era entonces mucho más frecuente que la de hoy. Esta estrecha conexión entre hombre y animales, unida a la ausencia generalizada de higiene y a la falta de remedios y tratamientos efectivos, facilitó su enorme expansión. La letalidad de la enfermedad era muy alta, del 80 al 90% de los infectados, y muy contagiosa a través sobre todo de las picaduras de las pulgas que infestaban ropajes y tejidos. La muerte podía producirse, según relatan testimonios de la época, de forma muy violenta en apenas 14 horas después del contagio. Uno de los síntomas característicos de la enfermedad era la inflamación de los ganglios linfáticos (bubones o bultos, de donde procede la denominación de peste bubónica) en ingles, sobacos, cuello y otras partes del cuerpo. El aspecto oscuro de estos bubones y de las habituales gangrenas en dedos de pies y manos dio lugar a su calificativo como peste o “muerte negra”.

De los puertos italianos la peste pasó muy pronto a los de Baleares y el levante español y, una vez instalada la epidemia en las zonas costeras, se extendió rápidamente hacia el interior. El Bajo Aragón fue de una de las zonas de paso de la peste desde los puertos valencianos al Valle del Ebro y ya en el verano de 1348 se estaba extendiendo por nuestro territorio con efectos devastadores. Se calcula que en Europa pudo perecer en esa terrible pandemia en torno al 40-50 % de la población, teniendo en cuenta además que, aunque el episodio más mortífero fue el de 1348 – 1349, existieron nuevos rebrotes y epidemias a gran escala en 1362, 1374, 1384, 1400 y 1410. Durante ese largo periodo en Alcañiz existían cuatro pequeños hospitales (San Lázaro, Santa María, San Pedro y San Juan, ubicados en sus correspondientes parroquias) donde se debió atender con rudimentarios medios, mucha oración y escasos resultados a la población enferma.

La catastrófica pandemia, unida a graves conflictos bélicos como la Guerra de los dos Pedros (Pedro I de Castillo y Pedro IV de Aragón) entre los años 1356 y 1369, y el efecto de extremas sequías, como la de 1374, produjo terribles hambrunas, movimientos de población y consecuencias económicas que paralizaron en seco el crecimiento poblacional y económico que este territorio estaba experimentando en la primera mitad del siglo XIV, si bien con algunos cortos periodos de hambrunas documentados en 1333 y 1347.

Esta paralización de la actividad económica ha quedado reflejada en buena parte de las iglesias góticas que en el momento de aparecer la peste se estaban construyendo en algunas localidades del Bajo Aragón, generalmente sobre anteriores templos románicos. En el caso de Alcañiz, esa ruptura es claramente visible en la torre gótica de la Iglesia de Santa María, recientemente restaurada y rehabilitada. Cuando ya estaba construido el primer cuerpo de la torre y la escalera adosada a su exterior, posiblemente en el mismo año de 1348, la obra se paralizó durante varias décadas procediendo a proteger ese primer cuerpo con un enlosado ligeramente inclinado como cubierta provisional. Cuando se retomaron las obras esta cubierta enlosada, que había hecho las veces de tejado en esos años, se mantuvo como suelo de la primera planta del reloj y todavía hoy se aprecia perfectamente su inclinación junto con algún canal de desagüe. Esta misma paralización de obras tuvo lugar en otras iglesias góticas del territorio que entonces habían iniciado su construcción en localidades como Ráfales, Mazaléon, Lledó, Arens de Lledó o Fuentespalda, entre otras, siendo perceptible en estos edificios cambios en la técnica de tallado de sillares y en los diferentes módulos de estos mismos elementos.

En el terreno económico las consecuencias fueron también desastrosas y en el caso del Bajo Aragón agravadas, además, por la Guerra de los dos Pedros al conllevar el conflicto un importante aumento de los impuestos a los concejos por parte del Rey para su financiación, sobre todo en la mejora de fortificaciones y defensas. A estos gravosos impuestos habría que añadir la detracción de los escasos excedentes agrarios obtenidos en esos años. Todo ello produjo una grave recesión económica que duraría cerca de 40 años, hasta la década de 1390, si bien no afectó a todos los territorios por igual.

Sin embargo, por paradójico que parezca, el drástico descenso de la población acabó produciendo, tal como señala el profesor C. Laliena, decisivos cambios: “El nivel de vida a partir de los años de la peste se elevó para los supervivientes, las familias que pudieron se rehicieron con mayor facilidad, las ciudades acogieron más inmigrantes y los productos de lujo dejaron de ser exclusivos de los grandes señores de la aristocracia y del clero”. La crisis sanitaria dio lugar a una intensa especialización agraria, hasta entonces apenas desarrollada, promovida por los mercaderes ante la demanda de determinados productos, materias primas y manufacturas en el contexto europeo. La menor demanda de alimentos y de mano de obra permitió dedicar una parte sustancial de las tierras de labor al cultivo de otros productos que no fueran cereales. Para el Bajo Aragón el desarrollo de la actividad ganadera, sobre todo de ovejas para obtención de lana, el cultivo de azafrán, como colorante, y el del olivo, para elaboración de aceite, fueron fundamentales para la pronta recuperación eco-nómica de este territorio.

La peste de 1647-1654

Casi 300 años después del inicio de la peste negra del siglo XIV tuvo lugar en nuestro territorio otra gran crisis sanitaria producida en esta ocasión por una nueva epidemia de peste que, procedente de Argelia, llego en 1647 al puerto de Valencia desde donde se extendió al Bajo Aragón. La peste afectó de forma importante a localidades como Caspe, Alcañiz, Albalate del Arzobispo o Zaragoza donde se desató virulentamente en 1652, muriendo 7.000 personas. En Valderrobres fallecieron 87 personas en el segundo semestre de 1647 y al año siguiente 36. En conjunto, Aragón debió de perder entre un 25 y un 20% de su población durante esos años provocando efectos devastadores añadidos a inclementes sequías y a otra guerra, en este caso la de Cataluña, a partir de 1640, con la pérdida constante de cosechas, enseres y bienes, especialmente en los pueblos de la cuenca del Matarraña.

Los religiosos de Alcañiz toman a la fuerza el castillo para atender a los apestados

En Alcañiz tuvo lugar un curioso episodio que se describe en un documento, firmado por tres jurados o funcionarios judiciales de la villa y fechado el 29 de julio de 1649, en el que se informa a los síndicos (representantes de la villa en las Cortes de Aragón) del asalto al castillo calatravo por parte de los religiosos que estaban al cargo de los numerosos afectados por la epidemia de peste. El documento refiere que, debido al aumento de la enfermedad y mortandad de los apestados atendidos en la Iglesia de San Juan (ubicada en la calle del mismo nombre), y ante las condiciones insalubres de ese barrio “casi todo apestado”, los enfermos, religiosos y plebe instaron “a grandes voces” se subiesen los enfermos al castillo lo que solicitaron por escrito a los señores diputados y a la ciudad de Zaragoza.

El documento detalla que: “Estando en este estado y habiéndose aumentado los enfermos ha sucedido que entre cinco y seis horas de la tarde han subido al castillo todos los religiosos de los cuatro conventos que hay en esta villa y se han apoderado del castillo y subido a él todos los enfermos convalecientes; y habiendo tenido noticia de ello la persona del gobernador a cuyo cargo está la custodia del castillo, que a la sazón estaba acá abajo en la villa, ha subido a dicho castillo a impedir el intento de los dichos religiosos y de los convalecientes que habían subido, le han impedido la defensa de dicho castillo que lo ha defendido con mucho valor, y ha padecido algunas quebradas y heridas que le han tirado los mismos religiosos con mucha furia”.

El incidente no acabó ahí pues el jurado segundo de la villa al conocer la situación subió al castillo junto con otras personas para defender a su gobernador encontrándose cerrada la primera de las puertas del recinto exterior y ante su empeño en entrar en la fortaleza los religiosos “empezaron a tirarle piedras de las almenas a él y a los que le acompañaban diciendo que no se llegase porque lo matarían”. Finalmente, el gobernador, “herido en la cara y en la mano y en una pierna de las piedras que le tiraron” fue liberado por los religiosos y rescatado por el jurado y sus acompañantes que lo llevaron a una de las casas del pueblo para ser atendido y curado de las heridas. Los religiosos, tras tomar a la fuerza el castillo, siguieron subiendo enfermos convirtiéndolo durante un tiempo en hospital de apestados e incluso en cementerio de los fallecidos por la epidemia que enterraron en fosas comunes excavadas en la zona este de la plataforma de la propia fortaleza (Archivo de la Corona de Aragón, leg. 96, s.f.).

Epidemias recientes

En el siglo XVIII las epidemias decrecieron, aunque la viruela y la fiebre amarilla siguieron afectando a la población bajoaragonesa. En el siglo XIX las epidemias más temidas fueron las del cólera morbo que, procedente de Asia, invadió España en cuatro oleadas sucesivas (1833-34, 1854, 1865 y 1885). Las dos últimas afectaron de forma especial a Zaragoza y Teruel siendo las provincias españolas que más muertos tuvieron (18.045 y 10.275 fallecidos, en 1865 y 13.526 y 6.960 en 1885, respectivamente). En relación con esta última epidemia Taboada menciona que en Alcañiz la Hermandad del Santo Entierro “trabajó con entusiasmo; tenían los hermanos turno riguroso para visitar enfermos, conducir cadáveres y acompañar al Señor; fueron auxiliados 385 vecinos que rindieron tributo a la muerte”. Una de las consecuencias de estas epidemias fue la obligación de construir cementerios fuera de los núcleos urbanos (hasta entonces se seguía enterrando incluso dentro de las iglesias) según una Real Orden de 1833. El cementerio de Alcañiz, atendiendo a esa Orden, se abrió en 1834 cuando “sufría la población espantosa epidemia colérica”, en palabras de Taboada. La última epidemia mortífera de consideración fue la denominada “gripe española” de 1918, que produjo solo en Aragón unas 10.000 defunciones.

San Roque, protector de la peste

Probablemente, el santo y la devoción popular que más capillas dispone en las calles de nuestros pueblos es San Roque, cuya onomástica se celebra el 16 de agosto. La tradición relaciona a San Roque con un peregrino de Montpellier (Francia) que recorrió Italia y Roma en la época de la peste de mediados del siglo XIV atendiendo y curando a enfermos afectados por esta epidemia. Suele ser representado vestido de peregrino con bordón, sombrero y capa, herido en una pierna, y acompañado de un perro, que suele llevar un pan en la boca. San Roque, patrón de Santiago de Compostela y de otras muchas localidades, es el protector de la peste y de toda clase de epidemias por lo que su intervención ha sido solicitada reiteradamente por los habitantes de numerosos pueblos ante la aparición de estas enfermedades contagiosas. Su presencia en pequeñas hornacinas en muchas de nuestras calles obedece a este sentido de protección frente a las epidemias. Es, además, protector de peregrinos, enfermeros, cirujanos y cánidos.■



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