07 noviembre 2020

#RamónMur - Alcañiz, en la comunidad científica mundial

Charla de Santesmases después de la proyección del documental 'El futuro de mi pueblo' en la la última edición del Curso de Humanidades del IEH. Foto: José Puche


En menos de 30 años, el Instituto de Estudios Humanísticos/IEH ha situado a la ciudad en el primer plano de la investigación sobre humanismo y tradición clásica en España 

El profesor Luis Gil Fernández (Madrid, 1927) escribió para el prólogo a la reedición, en el año 2000, de la ‘Oratio de laudibus Alcagnicii’ de Juan Sobrarias que algunas de las publicaciones del Instituto de Estudios Humanísticos/IEH habían tenido que distribuirse también “en soporte magnético dado el interés que despertaron en la comunidad científica mundial”. En menos de 30 años de vida, el IEH ha situado a Alcañiz a la misma altura que los humanistas renacentistas del siglo XVI y a la cabeza de las modernas investigaciones sobre filología clásica. El titular pomposo de este reportaje no es un farol sino un fiel reflejo de una realidad incontestable aunque quizá no suficientemente conocida por el gran público.

“En un momento en que las instituciones estatales y autonómicas parecen desentenderse del cultivo de las humanidades y del de las lenguas clásicas que son su sustento, el concejo de Alcañiz se muestra firmemente resuelto a recuperar la ilustre tradición de aquellos grandes humanistas que en la villa nacieron o en ella enseñaron como Juan Sobrarias Segundo, Pedro Ruiz de Moros, Juan Lorenzo Palmireno, Bernardino Gómez Miedes, Domingo Andrés, y otros menores como Luis Jover, Domingo Olite, Gaspar Barrachina, Juan Mañes, Gabriel de Miravete , etcétera, que tanto lustre dieron a su Estudio y gloria a la comunidad alcañizana del siglo XVI”. El párrafo corresponde al mismo texto mencionado de Luis Gil cuya reflexión tiene hoy igual vigencia que hace veinte años.

A partir de 1991, el IEH ha ejecutado con brillantez y una competencia más que notable la tarea que el alcalde Urquizu pedía no hace mucho para Alcañiz: revitalizar el pasado cultural de la ciudad y en especial el legado de los humanistas alcañizanos del Renacimiento. Esto es justamente lo que ha conseguido realizar el Instituto durante las últimas tres décadas, aunque la obra solo podrá mantenerse en pie tras producirse los correspondientes y obligados relevos en la gobernanza de la institución.

Como las pinturas rupestres

Bien poco o nada se sabía de cuanto unos humanistas alcañizanos habían protagonizado en el Colegio San Clemente de Bolonia, durante la primera mitad del ya lejano siglo XVI. Hasta que apareció un joven catedrático de filología latina de la Universidad de Cádiz con una tesis doctoral bajo el brazo sobre el humanista renacentista Domingo Andrés, natural de Alcañiz. Maestre se apellidaba y apellida el hasta entonces desconocido latinista andaluz. José María, Pepe, se hacía llamar y es llamado así todavía hoy. Y Pepe Maestre asaltó Alcañiz con las humanidades sin la menor dificultad porque en el interior de la fortaleza no encontró resistencia alguna sino decididos colaboradores a entregar la ciudad al merecido reconocimiento de la historia y de la ciencia. El entonces alcalde José María Pascual, así como el Bibliotecario y técnico municipal de Cultura, José Ignacio Micolau Adell, pusieron en manos de Pepe Maestre todo el apoyo que precisara y ellos pudieran proporcionarle. Así comenzó todo, así nació el Instituto de Estudios Humanísticos de Alcañiz.

Hasta ese preciso momento, antes de que apareciera el IEH, de los humanistas alcañizanos se tenía el mismo conocimiento que de la existencia de las pinturas rupestres del Charco de la Val del Agua Amarga. Estaban allí, a lomo de roca, desde cuando la cuenta se pierde, miles de años ha, pero apenas han pasado cien desde que se tiene noticia de su existencia. El caso es que allí estaban y lucían de exposición. Con los humanistas alcañizanos del siglo XVI pasaba algo parecido. Los historiadores de los cuatro siglos siguientes apenas les concedieron importancia. Eduardo Jesús Taboada, en su “Mesa Revuelta/Apuntes de Alcañiz” (1898) dedicó tres páginas a ‘La visita de Carlos V’, en las que se menciona al humanista y poeta renacentista Juan Sobrarias Segundo.

Es muy probable que el ilustre e ilustrado monje exclaustrado del Monasterio de Rueda, Nicolás Sancho Moreno, conociera en el siglo XIX mucho de la vida y milagros de sus antepasados renacentistas, pero él se dedicó más a intentar que se abrieran carreteras y caminos de hierro en el Bajo Aragón. Tampoco cabe recordar que el Padre Faci, en el siglo XVIII, o el sabio botánico José Pardo Sastrón, en sus diarios escritos entre 1851 y 1909, se ocuparan de este capítulo científico de la historia de Alcañiz y del Bajo Aragón. Tuvo que ser el Instituto de Humanidades la entidad que, en las postrimerías del ya pasado siglo XX, descubriera las ‘pinturas rupestres’ del Renacimiento alcañizano.

Las Humanidades en el futuro

Pero el Instituto de Estudios Humanísticos de Alcañiz no es un centro de investigaciones científicas históricas o del pasado. Nació para impulsar, ante todo, el estudio de las humanidades y de la tradición clásica en el futuro, tanto inmediato como lejano. A conseguir consolidar en el porvenir los estudios clásicos están encaminados todos sus esfuerzos en cuantos programas de actividades desarrolla a lo largo del año. Sus cursos anuales, sus congresos cada cinco años en homenaje a filólogos destacados, sus publicaciones en colaboración directa con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas/CSIC y, en fin, toda su actividad gozan de un merecido y bien ganado prestigio a través de los años en el seno de la “comunidad científica mundial”.

Los congresos quinquenales del IEH han rendido homenaje a personalidades de las investigaciones humanísticas, como Antonio Fontán, Antonio Prieto, Juan Gil o Eustaquio Sánchez Salor. Por mediación de Fontán, primer presidente del Senado durante la Transición, en Alcañiz se pudo montar una exposición con auténticas joyas bibliográficas de la Biblioteca Nacional. Por un convenio suscrito con el CSIC, el Instituto ha reeditado a lo largo de los últimos 25 años obras de renombre e indispensables en el estudio de los clásicos y de las humanidades. Son ediciones muy cuidadas, tanto en fondo de traducción como en forma, que gozan de gran prestigio entre los expertos del sector de cualquier parte del mundo. Algunos de estos libros han sido presentados en el Teatro Municipal de Alcañiz o en el Auditorio de la Biblioteca-Palacio de Ardid. En el catálogo o elenco de publicaciones del CSIC-IEH cabe citar la reedición de distintas obras de los humanistas alcañizanos así como de más renacentistas españoles: Lucio Marineo Siculo, Juan de Berzosa, Benito Arias Montano y otros. Sin olvidar la revista especializada ‘Calamus renacens’ y un largo etcétera. Se trata de publicaciones que pertenecen de pleno derecho al no siempre bien reconocido renacimiento de las Humanidades en la España del siglo XXI. En cualquier caso, en ese nuevo renacer, el IEH ostenta un liderazgo incuestionable. Esta es una verdad indiscutible que nadie debería olvidar al valorar la trayectoria del IEH de Alcañiz en su conjunto, a lo largo de los últimos treinta años. No hacerlo así, además de una rechazable ingratitud, sería una enorme injusticia.

Vinculado a la Universidad de Cádiz, preferentemente, y en menor medida a la de Zaragoza, el IEH ha convertido el auditorio del Palacio de Ardid de Alcañiz en aula magna universitaria para la defensa de varias tesis doctorales sobre investigaciones filológicas y de tradición clásica. Catedráticos, latinistas, historiadores, directores de tesis muy conocidos en su campo o área científica han pasado por la capital del Bajo Aragón, ennobleciendo el trabajo del Instituto con su sola presencia.

La repercusión del IEH no ha sido nunca multitudinaria, desde luego, y quizá los humanistas del siglo XXI tienen en Alcañiz una incidencia social minoritaria. Esto ocurría también en el siglo XVI, cuando Juan Sobrarias tenía que reconocer que en su discurso de 1506 muchos de sus paisanos no le pudieron entender porque no conocían la lengua latina con la que él había pronunciado la loa o alabanza a su pueblo natal. Ningún político, por ejemplo, de la hora presente utiliza alguna de las preciosas y brillantes máximas de sus antepasados humanistas para defender su candidatura al Ayuntamiento de Alcañiz. Les parece pedante y es como si les causara rubor.

Sin embargo, el IEH recorre por el mundo tantos kilómetros como los grandes premios de Motorland. En todo los países es minoritaria su influencia social, eso sí, pero sus publicaciones están presentes en los institutos de bachillerato y en las universidades de los cinco continentes. Sería injusto, sin embargo, decir que los sabios humanistas del IEH viven en otra galaxia y no se integran en la vida social de Alcañiz cuando han cumplido ya más de 25 años acudiendo a esta ciudad de forma ininterrumpida, cada doce meses. Esta integración se percibe cuando Pepe Maestre ha sido pregonero de las fiestas de Alcañiz o, sobre todo, cuando en los programas de los cursos anuales del IEH se introducen temas de actualidad relacionados con Alcañiz en particular y con la comarca del Bajo Aragón, en general. Desde que en 2010 se inaugurara el Circuito de Motorland, el profesor Maestre no pierde ocasión para dirigirse a Alcañiz, “motor de Cultura”.

El Instituto de Estudios Humanísticos tiene una deuda importante que cubrir con Alcañiz y con su propia existencia. Aunque funciona bajo el paraguas protector del Instituto de Estudios Turolenses, organismo dependiente de la Diputación Provincial de Teruel, el IEH carece de personalidad jurídica propia y estable, una cuestión que se ha venido debatiendo desde hace un tiempo en varios foros institucionales sin haber llegado a una conclusión definitiva, por el momento.

Los nombres también cuentan

El liceo alcañizano de humanidades está sustentado por numerosos expertos en su campo, con un nombre muy propio, que también es importante. A sus comités científicos y de dirección pertenecen renombrados estudiosos del mundo de las humanidades y las letras clásicas, que acuden a las reuniones de Alcañiz cuando corresponde, llegados desde Sevilla, Cádiz, Madrid, Teruel o Zaragoza. Al IEH pertenece, desde el primer momento de su creación, el filólogo helenista, historiador y traductor Luis Gil Fernández, distinguido en el año 2007 con el Premio Nacional de Historia por su trabajo “El imperio luso-español y la Persia safávida”. Su hermano Juan, catedrático de la Universidad de Sevilla y profesor invitado en numerosas facultades de letras de todo el mundo, ocupa desde hace nueve años el sillón letra “e” minúscula de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA/RAE, en sustitución del inolvidable escritor vallisoletano Miguel Delibes.

Eustaquio Sánchez Salor, ex vicerrector de la Universidad de Extremadura, es otra de las grandes figuras de la latinidad actual española y forma también parte , junto a los hermanos Gil, de los comités rectores del IEH que preside el profesor José María Maestre. El latinista gaditano es tan excelente investigador, rastreador de archivos y bibliotecas, como organizador de eventos gracias a su capacidad insuperable para crear equipos de trabajo en su entorno. Durante mucho tiempo tuvo a su lado en Cádiz, lo mismo que en el IEH de Alcañiz, al catedrático, latinista también, Luis Charlo Brea, ya fallecido. En él descargaba Maestre toda la intendencia y organización de cualquier actividad del IEH. No puedo menos de recordar en este momento con gran emoción a Luis Charlo. Otra persona vinculada a la entidad sin interrupción es el latinista, ya jubilado de la Universidad de Zaragoza, el profesor y catedrático José Javier Iso Echegoyen, entrañable asistente a los cursos y tertulias de Alcañiz y que también forma parte de los comités rectores del IEH. Sea cual sea su futuro, es indudable que el instituto necesita renovar sus cargos de dirección por el motivo principal de la jubilación profesional y del carácter emérito de casi todos sus miembros.

El lector habrá observado a lo largo de este reportaje que no soy imparcial para nada en mis juicios y observaciones sobre el Instituto de Estudios Humanísticos de Alcañiz. No he pertenecido nunca a sus órganos de dirección y únicamente colaboré, durante bastantes años, con el IEH como uno de sus responsables de prensa y comunicación, aunque, en mi caso, de forma extra oficial. He escrito del IEH en numerosas publicaciones y a él le dediqué 20 páginas de mi libro ‘El sueño de Kil’. Mi vinculación con el Instituto ha sido tan estrecha que tuve el inmenso honor de ser invitado por la RAE al acto de recepción pública del profesor Juan Gil como académico, el 30 de octubre de 2011. Yo he sido en el IEH lo que Eustaquio Sánchez Salor escribió en la dedicatoria de su magnífico libro ‘Los poetas goliardos del siglo XII’: “A Ramón, constante y tenaz defensor y amigo del Instituto de Estudios Humanísticos”.■

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