09 febrero 2021

#InésRamón - Violencia verbal

Alumnos de Asociación Las Cañas durante el Taller de Poesía


Lo habitual se normaliza, lo frecuente se invisibiliza. Cuando viajamos a otros países nos damos cuenta de los acentos diferentes, de las costumbres diferentes, de los modos tan diversos de comunicarse, de relacionarse, de considerarse las personas de distintas culturas o nacionalidades. Para ellos, sin embargo, y para cada grupo social, sus peculiaridades o cada uno de sus códigos serán absolutamente normales, no diferentes, por lo tanto, invisibles o inapreciables.

Se me ocurre que ese es el motivo por el cual la violencia verbal —esa pérfida pandemia— haya permeado todos los ámbitos de nuestra sociedad con una sorprendente normalidad y se haya instalado en nuestro repertorio léxico habitual, en las calles, en los institutos, universidades, en las familias, en los medios de comunicación, en la prensa llamada rosa, en el Senado, en las Cortes, en el deporte, en la cultura, y, cómo no, también en la política.

Cuando era adolescente tuve mi primer trabajo como camarera en un bar de pueblo. Tenía 14 años y me interesaban más las rimas de Bécquer que el orden correcto de los cubiertos en la mesa, por lo que fui despedida con la sentencia “no sirves para nada”. Durante demasiados años, ese veredicto fue una losa que aplastó mi autoestima, mi impulso creativo, mi audacia para emprender proyectos y realizar sueños. Seguramente esa buena persona que me condenó a la inseguridad y al temor no fue consiente de la dimensión destructiva de sus palabras, y es probable que también usara esas lindezas para con sus hijos o amistades. Porque no sabemos, no nos hemos dado cuenta del poder de las palabras, de las palabras buenas para bendecir, para sanar, para hacernos libres; o de las palabras malas, el insulto, la burla, la humillación para herir, para degradar, para matar de muchas y diversas maneras.

Todas las formas de violencia son perversas. Todas son condenables, aunque parece que la violencia verbal pasa más inadvertida; nos habremos acostumbrado, tal vez. Este tipo de violencia no deja señales físicas, pero si psicológicas. Y la frontera es muy incierta, muchas veces no son las palabras, sino el tono de voz, las expresiones faciales o corporales las que lastiman. No hemos, como sociedad, tomado conciencia de esta realidad, cuando en la tele vemos todos los días que la persona que mejor manipula, desautoriza o se burla con mucha elegancia del otro es el más hábil comunicador. Cada día somos invadidos por “modelos” que acusan, culpan, ridiculizan, hacen bromas desagradables (que es violencia disfrazada de humor), critican con acidez, amenazan o ignoran a otros en un ejercicio habitual, admitido, consentido y asumido como un rasgo de un tiempo, de una sociedad, de una cultura y que no deja de ser, con todas las letras, y con toda la repugnante perversidad que en estas breves líneas no puede ser dimensionada, violencia verbal. Los alumnos del Taller de Poesía de la Asociación “Las Cañas” han reflexionado sobre ello y han escrito este poema grupal.


PALABRAS BONITAS

 

Cuántas veces me han dicho

subnormal, mongolo, porque soy síndrome de Down,

cuántas veces me han gritado rata, cuatro ojos, no tienes amigos, no sirves para nada,

no vas a encontrar trabajo, eres más tonto que las paredes,

fea!

Y yo lo escribo hoy aquí para poder romper todas esas palabras,

las hago mil pedazos

y las tiro a la papelera.

Son mentiras.

Porque también me han dicho que soy trabajador, que soy buena persona,

que tengo un gran corazón, que ayudo a todos.

Me han dicho “te quiero” mirándome a los ojos,

que soy tranquilo y con una buena memoria. Me han dicho que soy un chico guapo,

que soy el mejor amigo y la mejor amiga. Me han dicho

que soy sensible, dulce y generosa.

Y yo prefiero decirte cosas amables, como “te quiero mucho, qué mirada

tan bonita y tan dulce tienes, y qué sonrisa tan hermosa”

Yo prefiero decir palabras bonitas, las que nos alegran el corazón.

Prefiero ser amiga, compañero, pareja,

y salir de fiesta cuando termine el Covid, compartir comidas, la amistad, el tiempo.

Prefiero decir PERDÓN, si algo te ha dolido.

Y decirte GRACIAS,

siempre.

 

 


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