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07 enero 2022

#AlbertoCubero - Chile: cuna ¿y tumba? del neoliberalismo

Chile: cuna ¿y tumba? del  neoliberalismo


El Golpe de Estado de Pinochet el fatídico 11 de septiembre de 1973 puso punto final de forma trágica y violenta al Gobierno del Salvador Allende y la Unidad Popular, una coalición del Partido Socialista, el Partido Comunista y otras fuerzas progresistas. Este Gobierno de izquierdas fue el intento de llevar la socialdemocracia de forma honesta hasta el final, es decir, de alcanzar el socialismo por la vía parlamentaria.

Pero el Golpe de Pinochet no sólo supuso la interrupción de la construcción del socialismo y el inicio de una feroz represión que dejó más de 3.000 muertos y desaparecidos. Fue también el inicio del experimento neoliberal de los “Chicago Boys”, un grupo de economistas de la llamada Escuela de Chicago con Milton Friedman a la cabeza. Esta Escuela utilizó Chile como banco de pruebas para poner en prácticas sus ideas ultraliberales que abogaban por el desmantelamiento de los servicios públicos. En Chile, por ejemplo, se eliminó el sistema público de pensiones que fue transformado en un sistema de cotización individual que luego fue puesto de ejemplo en el resto de países capitalistas por parte de la banca privada y los “think tank” vinculados a la misma.

El neoliberalismo a nivel teórico nació en la Universidad de Chicago, pero a nivel empírico, por tanto, nació a sangre y fuego y requirió de un sanguinario golpe de estado que puso los pelos de punta a toda persona con un mínimo de humanidad. Es decir, que el neoliberalismo en Chile se impuso por la fuerza de los tanques y no por su superioridad intelectual.

La dictadura de Pinochet terminó en 1990 pero la política económica neoliberal continuó sin grandes sobresaltos durante los gobiernos de la Concertación que gobernaron Chile entre 1990 y 2010, una coalición de centro-izquierda formada por diferentes partidos opuestos a la dictadura como el de la Democracia Cristiana o el Partido Socialista. Unos gobiernos que, si bien supusieron un cambio sustancial en lo político respecto a la dictadura, en lo económico fueron continuistas. De hecho, todavía hoy Chile sigue sin contar con un sistema público de pensiones.

Los gobiernos de la Concertación, por tanto, mantuvieron las enormes desigualdades sociales en el país lo que se evidencia en la clasificación según el coeficiente Gini que mide la desigualdad y coloca a Chile como el 121º más desigual del mundo. Unas desigualdades que, como ocurre en todos países, son foco de conflictividad social, si bien en Chile esta conflictividad tardó décadas en aflorar debido a la eliminación física de la mayor parte de los dirigentes populares, obreros y de izquierdas.

Sin embargo, la victoria en 2010 de un candidato de derechas, Sebastián Piñera, por primera desde el final de la dictadura, inauguró un periodo de movilización social que con sus oscilaciones ha llegado hasta el día de hoy. Las reformas neoliberales emprendidas por Piñera, que suponían una vuelta de tuerca más en la política económica del país, fueron la mecha que encendió el descontento social que llevaba décadas larvándose en el Chile post-Pinochet. Cabe recordar la potente movilización estudiantil de 2011 que puso en jaque al Gobierno de Piñera y que fue acompañada de paros nacionales y de huelgas de hambre. El impactó de esa movilización lo podemos apreciar en que una parte significativa de los dirigentes de izquierdas de hoy se curtieron en esas movilizaciones. Camila Vallejo, joven y popular diputada del Partido Comunista, fue la Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y fue sustituida por el actual Presidente electo, Gabriel Boric.

Desde entonces, ha habido importantes movilizaciones en amplios sectores sociales del país, desde el estudiantado hasta el pueblo mapuche, pasando por las centrales sindicales. La pandemia y la forma que ha tenido de gestionarla el Gobierno de Piñera ha incrementado el descontento social estructural existente en el Chile neoliberal.

Pero seguramente el proceso que más ha influido en las actuales elecciones presidencias fue el estallido social de 2019 originado por el alza del precio del transporte público de Santiago y que dio lugar a masivas y violentas protestas que ocasionaron en torno a 30 fallecidos y miles de heridos.

A raíz de esta movilización, buena parte de la izquierda que la apoyaba arrancó al Gobierno de Piñera un acuerdo político para llevar a cabo un proceso constituyente que dio lugar a unas elecciones a la llamada Convención Constitucional donde las fuerzas a la izquierda de la Concertación cosecharon un importante éxito. De hecho, la lista más votada fue “Apruebo Dignidad”, una coalición de izquierdas donde se incluye al Frente Amplio (del que forma parte Boric) y al Partido Comunista. Dicha candidatura conjunta eligió como candidato a las presidencias a Boric que finalmente ha sido elegido presidente.

Chile tiene por tanto ante sí el reto de romper con el neoliberalismo hegemónico desde 1973 con un Gobierno nítidamente de izquierdas del que con toda probabilidad formará parte el Partido Comunista y que ya cuenta entre sus promesas más destacadas la implantación de un sistema público de pensiones antes el evidente fracaso del sistema de capitalización individual. De hecho, la campaña del candidato de derechas, José Antonio Kast, se centró en un discurso anticomunista y de alentar el miedo a un gobierno del que fuera a formar parte el Partido Comunista.

Chile, que hace casi 50 años fue la cuna del neoliberalismo, tiene hoy la oportunidad de convertirse en su tumba. Confío en que su nuevo Gobierno, fruto de la semilla plantada por una década de movilización social, tenga la determinación y fuerza para atreverse. Ojalá, por fin, se abran las grandes alamedas por las que pase el hombre y la mujer libre.■

Alberto Cubero
Concejal del Ayto. Zaragoza por ZeC.
Secretario Político del PCE Aragón.


 

 


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